ANTONIO SARAVIA
Acostumbrada a la permanente presencia del Estado en sus vidas, mucha gente tiende a ver al liberalismo como una corriente “extrema” que los dejará desamparados. Esta percepción es la consecuencia de una larga tradición histórica que le asigna al gobierno un rol paternalista y benefactor, pero también de un desconocimiento de lo que el liberalismo realmente propone.
El liberalismo es una tradición política que se remonta al menos al siglo 18 y que fue progresivamente alimentada por las ideas de filósofos como John Locke, Thomas Hobbes, David Ricardo y, por supuesto, Adam Smith. Más contemporáneos, uno puede considerar a Friedrich Hayek, Milton Friedman, o Thomas Sowell como importantes pensadores y defensores del liberalismo. Aclaremos que nos estamos refiriendo al liberalismo en la tradición europea y no en la norteamericana. En Estados Unidos a esta corriente se la etiqueta como “liberalismo clásico.”
Siendo el liberalismo una corriente filosófica antigua nutrida de muchísimas ideas, es natural que dentro del mismo existan matices y propuestas de política distintas. En general, sin embargo, los principios liberales pueden resumirse en un conjunto de ideas fundamentales.
1. La Libertad individual es el valor político fundamental
El fin del liberalismo es siempre maximizar la libertad individual. Las políticas públicas, por ejemplo, serán siempre evaluadas en términos de si aumentan o reducen la libertad individual. Estas últimas serán solo justificadas si previenen daños a terceros.
2. Individualismo
Para el liberalismo el individuo es la entidad suprema. Eso hace que el individuo sea más importante que el colectivo. El liberalismo no sacrificará nunca al individuo a nombre de supuestos “bienes colectivos” o “comunes.” Este énfasis contrapone el liberalismo con el socialismo, el comunismo y el fascismo en los que el colectivo es más importante que el individuo. El individualismo es también la base de la identidad. Para el liberalismo, la identidad es individual y no viene dada por el o los grupos a los que el individuo pueda pertenecer (hombres o mujeres, jóvenes o viejos, heterosexuales o LGTBQ, etc.).
3. Desconfianza del poder político
El poder político es un instrumento típicamente utilizado para obligar a los individuos a hacer lo que al político le parece bueno o importante. El liberalismo desconfía del poder político porque cree que el individuo sabe mejor que nadie lo que le conviene.
4. Gobierno limitado
Para el liberalismo, el objetivo primordial del gobierno es proteger la vida, la libertad y la propiedad privada. Esto requiere un gobierno pequeño y responsable con su presupuesto.
5. Respeto al estado de derecho
El estado de derecho le pone un freno a las políticas discrecionales e intentos autoritarios de los gobiernos. Para el liberalismo, la Constitución y las leyes son instrumentos diseñados para que los ciudadanos controlen el poder del gobierno y no a la inversa. El estado de derecho protege, además, la propiedad privada y todo intento de coerción individual. Esto implica igualdad ante la ley independientemente de nuestra raza, sexo, posición política, etc.
6. Sociedad civil
La sociedad civil se organiza de forma voluntaria con el fin de solucionar temas específicos que atañen a sus miembros (familias, iglesias, clubes deportivos, etc.). El liberalismo cree que muchos problemas son mejor resueltos por la sociedad civil que por el gobierno y su burocracia.
7. Orden espontáneo
El socialismo, el comunismo y el fascismo creen que el orden en la sociedad debe ser generado desde arriba por una autoridad o gobierno. El liberalismo, en cambio, cree que ese orden se genera espontáneamente y desde abajo a través de la libre y voluntaria interacción individual. No necesitamos, por lo tanto, a alguien que planifique nuestras vidas en ninguno de sus aspectos (social, laboral, comercial, religioso, etc.).
8. Mercados libres
El liberalismo cree que el intercambio económico debe ser voluntario e individual y que el gobierno no debe inmiscuirse en el mismo. El gobierno, por ejemplo, no debe participar del mercado produciendo bienes y servicios. La evidencia histórica es aplastante. Los países que abrazaron la libertad de mercado han sido exitosos generando progreso y desarrollo.
9. Tolerancia
El liberalismo predica la tolerancia entendida como el respeto a las decisiones de cada individuo, aun si no estamos de acuerdo con las mismas. El liberalismo cree que los individuos deben ser libres de hacer lo que les parezca siempre y cuando no agredan a terceros.
10. Apertura al mundo
El liberalismo cree que los gobiernos no deben intervenir ni restringir la libertad de los individuos de intercambiar bienes y servicios con ciudadanos de otros países o migrar libremente si así lo deseasen (apertura de fronteras). El liberalismo cree que estas libertades no solo generan desarrollo económico, sino también paz entre las naciones.
Lejos, por lo tanto, de dejar al individuo desamparado, el liberalismo le devuelve a este su dignidad porque protege a rajatabla su libertad, sus decisiones y su identidad. El liberalismo desconfía del poder político precisamente porque este puede forzar a los individuos a hacer lo que los políticos, y no ellos mismos, consideren apropiado. El liberalismo es campo fértil, además, para la solidaridad como decisión individual y voluntaria. En esto, el liberalismo es moralmente superior al socialismo porque, en este, la redistribución (a la que el socialismo llama erróneamente “solidaridad”) es siempre obligatoria.
ANTONIO SARAVIA
Economista liberal. PhD en Economía
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21