LUIS ANTEZANA
Uno de los episodios políticos más notables de la historia política de Bolivia es el que experimenta la señora Jeanine Añez, quien de la silla presidencial pasó al banquillo de los acusados. Se encuentra sometida a un juicio por el “golpe” que la llevó a la presidencia en sustitución de Evo Morales.
Ese caso no es, por supuesto, tan dramático como el del presidente Pedro Banco que, a una semana que se hizo del poder, fue objeto de un contragolpe, en medio del cual, al intentar ponerse a salvo, cayó en una letrina y poco después fue asesinado. O el caso del presidente Gualberto Villarroel, que fue ametrallado en una habitación del primer piso del Palacio Quemado, su cuerpo arrastrado hasta el segundo piso del edificio y arrojado por un balcón a la calle para que, enseguida, fuese arrastrado y colgado en un farol de la Plaza Murillo, víctima de venganza, odio y crueldad serval.
El juicio a Jeanine Añez es por demás notorio. No se sabe exactamente por qué se produce. Se desconoce los hechos y se inventa culpas que hay que aclarar históricamente.
En noviembre de 2019, por muchas causas mayores, se produjo una insurrección popular contra el gobierno de Evo Morales. El levantamiento popular barrió con todo, desde el presidente Evo Morales hasta la última institución del Estado. No quedó Congreso ni Constitución, ni títere con cabeza. En ese suceso, la señora Añez nada tuvo que ver, estaba en Trinidad, ajena a los acontecimientos. Había caído todo el Gobierno y no solo Evo Morales.
Entre tanto, la insurrección nacional popular victoriosa se produjo en forma espontánea, sin partido, dirección ni objetivos, (excepto expulsar al gobierno de Morales), mientras los supuestos dirigentes de la rebelión fueron incapaces de tomar el Palacio, cometiendo así una incalificable deserción y mostrando incapacidad política –por decir lo menos–, dejando al país en abandono y vacío de poder. En completa inocencia, la señora Añez no estaba en el “golpe”.
La incapacidad de los “dirigentes políticos” para cumplir las leyes de la insurrección y tomar el poder fue el máximo error de los “golpistas”, omisión que ahora nadie toma en cuenta, no hay quién los juzgue, ni castigue y solo podrá hacerlo el juicio de la historia, que tarda, pero llega.
Entre tanto, en La Paz no se encontraba salida política posible. Los tolderíos de políticos oportunistas, montones de ladrillos rotos que no representaban la insurrección, hicieron mutis por el foro, carecían de iniciativa, obligando a la rebelión social a buscar “cualquier salida”. Cuando la revolución no tiene a mano a quien la dirija, lo inventa inmediatamente. En efecto, (igual que en los golpes de Ovando, García Meza, etc.) se recurrió a la “vía constitucional”, se buscó a quien estaba a la mano y por empirismo y carencia de condiciones políticas, todos cayeron en la trampa.
Efectivamente, como los órganos del Estado seguían en manos del evismo sin Evo, lo que quedó en el poder del gobierno de Morales reactivó la burda receta dejada por las dictaduras militares, vale decir la vía constitucional, o sea que el Congreso elija presidente, de tal forma de manejarlo, deteriorarlo, controlarlo, inducirlo al error y desestabilizarlo.
Jeanine, que apareció en La Paz, traída de los cabellos, por iniciativa de los sabios “constitucionalistas” (Tuto Quiroga, Vásquez, Ortiz, Doria M., el foro de la U. Católica y compañía) juró a la presidencia y quedó prisionera del Poder Dual, con el “evismo sin Evo”. Es más, Jeanine dictó la ley de prórroga del MAS en el poder el 21 de enero del 2020, por presión del Congreso masista –que se comunicaba con Evo al instante–, lo que determinó la restauración del desorden populista en el poder.
En esa forma, en relación con la insurrección, el gobierno de Jeanine sería ilegítimo e legal. Pero como Jeanine juró a la Constitución, fue legal y responsable del todo lo que hizo su gestión constitucional, incluyendo todos quienes participaban en el Doble Poder, senadores, diputados, fiscales y tutti le mundi… Jeanine no tuvo arte ni parte en la etapa insurreccional, pero sí la tuvo en la segunda, en la que juró a la Constitución y cogobernó un año con el MAS en el Poder Dual.
Por tanto, en relación con la insurrección, la actuación de Jeanine sería ilegítima porque no la representaba. Pero en relación con su gobierno de jure, es legítima y legal, considerando su elección constitucional, aspectos que no se toma en cuenta y donde surge el antagonismo.
Para el primer caso de la insurrección, no hay quién la juzgue, solo queda el juicio de la historia. Para el segundo del gobierno constitucional, se ha puesto en marcha el juicio ordinario (que debía ser de responsabilidad, con todas las de ley).
Pero, ¿quiénes la juzgan? La juzgan y condenan los masistas que volvieron al gobierno gracias a la presencia de Jeanine en el Poder Dual, vale decir, la combaten los que debían ser agradecidos con ella, lo cual ya es un problema moral no difícil de entender. Mientras, por otro lado, los “golpistas” se lavan las manos pilatunamente, lo que recuerda que la victoria es de todos y la derrota de uno solo.
¡La historia tiene sus jochas y picardías!
LUIS ANTEZANA ERGUETA
Escritor e Historiador
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