ANDRÉS GÓMEZ VELA

Hace como unas dos semanas, escuché una breve conversación, en un ascensor, entre un universitario y una universitaria.

—Pienso que para triunfar en la vida se necesita tener conocimientos—dijo ella.

—Hay muchas personas que sin conocimientos triunfan—respondió él.

Hubiese querido oír la réplica de la universitaria, pero se abrió la puerta del ascensor en el piso que había programado.

Si entendemos por triunfo alcanzar la felicidad, obvio que puede que sean insuficientes los conocimientos en una determinada disciplina científica. Si comprendes que triunfo es la realización personal en una profesión universitaria también son insuficientes los conocimientos adquiridos en las aulas.

En el primer caso, como sabemos, la felicidad no es un estado permanente y hasta puede que sus elementos necesarios varíen de cultura a cultura, pero los expertos han descubierto denominadores comunes: 1) satisfacción de bienes materiales (alimentación, ropa, vivienda) y 2) satisfacción de bienes espirituales (educación, libertad, igualdad) como componentes ineludibles para encarrilar a una persona hacía la felicidad.

En consecuencia, es obligación de un cuerpo político generar un contexto que garantice los denominadores comunes mencionados. La historia ha demostrado que la mejor forma de organizar a la sociedad para alcanzar los objetivos sociales es la democracia, concebida como un camino al bienestar de todos y entre todos.

En la acera opuesta están la dictadura, el despotismo, el autoritarismo, la tiranía y el totalitarismo porque conducen a la felicidad de unos cuantos a costa de la infelicidad de los que sobran.

Por el tono en el que conversaban, los universitarios mencionados hablaban, como también la gente de mi generación en la universidad lo hizo, sobre el segundo caso. Es decir, sobre el triunfo entendido como la realización profesional, como la obtención de buenos ingresos a través del ejercicio de la carrera elegida, como el logro de reconocimiento social y como el ascenso a cargos expectables.

Entendido así el triunfo, los conocimientos son insuficientes, pero necesarios porque son el cimiento de la autoestima que a la vez es la columna vertebral de un sentido de vida. Los conocimientos, también entendidos como competencias duras, son esenciales para comenzar a caminar en el ejercicio profesional, pero no son lo suficientemente totales como para llegar a la meta señalada en el párrafo anterior.

Entonces, ¿qué hace falta para triunfar? Las llamadas competencias blandas que tienen que ver con la puntualidad, la empatía, la humanidad, la solidaridad, la comunicación, la mirada más allá del presente, el sentido de justicia, la inteligencia emocional, la inteligencia social, la colaboración, el pensamiento crítico.

¿Se aprenden estas habilidades en la universidad? No siempre, pero hay docentes que comparten competencias de este tipo a partir de su experiencia en el ejercicio profesional. Precisamente por ello es esencial que un profesor universitario haya ejercido su profesión antes de ser docente.

En este sentido, el nuevo profesional debe saber que la puntualidad comunica la organización del tiempo y respeto hacia los compañeros de trabajo con quienes se ofrece un servicio o se genera un producto.

Desde el momento que una persona comprende que su tiempo debe complementarse con los tiempos de otras personas está comenzando a practicar la empatía, concebida como la capacidad que tiene una persona para ponerse en el lugar de otra y entender mejor sus acciones, comportamientos y pensamientos.

Hace como unos 20 años, en uno de mis trabajos, conocí a una persona que quería que el mundo gire en torno suyo. Física y psicológicamente era y es imposible. Esta persona buscaba trabajo constantemente. Duraba muy poco en los empleos que conseguía y varias veces terminó mal. Era una persona capaz de desarrollar sus tareas, pero era incapaz de entender a las personas con quienes estaba obligada a trabajar si quería ganarse el sustento diario.

Los expertos dicen que las personas no nacemos siendo empáticos, sino que es algo que vamos desarrollando durante nuestras vidas. Pues, esta misma persona con quien volví a trabajar años después en otro emprendimiento, había aprendido a ser empática. No sólo eso, sabía cómo constituir equipo, lo que significa que comunicaba bien sus sentimientos y pensamientos, incluso a través de sus silencios. Obviamente, sus reacciones ya no eran hormonales, sino producto de discernimientos meditados.

La universitaria tiene razón cuando dice que para triunfar hay que tener conocimientos, pero no bastan los adquiridos en los cinco años de estudio universitario, sino que hay que adquirir otros. Es muy difícil triunfar en el ámbito profesional, quizá en otras áreas no, sin competencias duras; y se torna imposible sin las habilidades blandas.

ANDRÉS GÓMEZ VELA

Periodista y Abogado

*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21