Comentarios (críticos) sobre la XXVI FIL

IGNACIO VERA 

e llevó a cabo exitosamente la XXVI Feria Internacional del Libro de La Paz (FIL) con todo lo que ésta supone: una vitrina para los escritores bolivianos (y los invitados extranjeros) y un lugar de distracción para el ciudadano que la visita, quien busca en sus ambientes un remanso de cultura o simplemente de distracción, alejado de la política, las malas noticias y las minucias que ensombrecen la vida todos los días. No tengo estadísticas sobre el número de boletos vendidos, pero temo que la afluencia de gente no fue nada despreciable, teniendo en cuenta que se vive todavía una relativa emergencia sanitaria y que, en consecuencia, hay una crisis económica en los bolsillos de casi todos.

Sin embargo, con todo lo bueno que tuvo, hay algunos aspectos que aún son deficientes y que deberían ser corregidos en futuras ediciones. Varios de ellos son de logística. Los eventos, que fueron casi 400 (entre presentaciones de libros, conversatorios, coloquios, cuentacuentos, conferencias, etc.), tienen un tiempo limitado, quizás muy limitado considerando que ciertas actividades requieren más tiempo que otras. Algunas salas, por ejemplo, las vi vacías y desiertas porque la actividad programada en ellas ya había concluido hacía buen rato, mientras que en otros salones los autores o presentadores (yo, por ejemplo) farfullaban atropelladamente sus discursos y palabras para no salirse del horario asignado a su actividad. Eso supone una presión que desluce —y hasta arruina— cualquier evento cultural, el cual debería ser llevado en calma y con libertad. Además, entre evento y evento debería haber un intervalo de por lo menos cinco o diez minutos, con el fin de que haya un margen temporal para que los protagonistas y asistentes del evento que concluye y del que recién comienza no se choquen, causando desorden en las puertas de las salas.

Otro defecto que observé está en las características no adecuadas de las salas asignadas para cierto tipo de eventos. Hay eventos —una gran presentación de libro o un seminario de un invitado extranjero, por ejemplo— que, por su naturaleza, requieren más espacio que otros —un cuentacuentos que reúne a unos diez o quince niños, por ejemplo—; pero se vio que esa lógica no imperó en la organización.

Con todo, debo reconocer que, teniendo en cuenta la situación particularmente difícil en que se encuentra nuestro país, la FIL fue un bonito espacio y tiempo de júbilo y deleite y la concurrencia de personas, como ya dijimos, fue notable. Lo más emocionante y conmovedor, para mí, fue ver cursos enteros de colegios haciendo recorridos por los pasillos y quedando, de rato en rato, en stands de librerías y editoriales para hojear libros y revistas.

Quizás se podría recomendar que las entradas sean un poco más baratas, teniendo en cuenta que 15 bolivianos representan para muchos ciudadanos un almuerzo o la merienda más importante del día. Finalmente, los libros nuevos —salvo contadas y loables excepciones, como los de la BBB— no son baratos y teniendo en cuenta el precio de la entrada, la suma a pagar se hace considerable si es que se quiere salir con un libro bajo el brazo. Rebajar el precio del ingreso acercaría mucho más el libro a las clases pobres.

Y en cuanto al fondo o concepto de la XXVI FIL, debo hacer una crítica (que es provocación al mismo tiempo). Me parece bien que esta edición haya estado dedicada a la revalorización de las mujeres escritoras y haya tenido como objeto visibilizar la literatura femenina (en ciertos casos injustamente olvidada). Eso es una cosa. Pero otra muy diferente es politizar un evento cultural y literario de la magnitud de la FIL, el más importante de todo el país. “Despatriarcalizar” o “descolonizar” fueron algunas de las palabras que se escucharon de labios de autoridades y organizadores. Una autora feminista, descolonizadora o despatriarcalizadora tiene toda la libertad y el derecho de dar conferencias y escribir y presentar trabajos referidos a su convicción política, pero que el evento tenga oficialmente esas posturas —o si quiera dejos de ellas— es un despropósito para con la cultura y el arte espontáneos.

Si se sigue en esa dirección, las ferias del libro adquirirían sesgos políticos (socialistas, indianistas, descoloniales, etc.) que pueden ser muy valorables para los izquierdistas y progres pero no para los de otras tendencias y credos. Y de ninguna manera lo son para el arte y la literatura libres.

¡Que el libro penetre cada vez más y más en la conciencia y el hábito de los bolivianos!

IGNACIO VERA DE RADA 

Politólogo y docente universitario

*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21