SAYURI LOZA
El escándalo sobre el cierre de más de mil cuentas y páginas falsas en redes sociales, al parecer asociadas al Gobierno, ha generado comentarios como el del ministro consejero de la Embajada en España que considera que ser guerrero digital es una labor encomiable y que él desearía ser uno; imagino que debe de ser lindo ganar dinero por postear y pelear en redes, lo feo es que todo eso se pague con dinero del Estado, que buena falta hace en este triste país donde no hay antídotos contra la picadura de alacranes, quizás porque el único alacrán que algunas autoridades conocen es esa forma de beber que mostró una controvertida influencer en Carnaval.
Pero bueno, la gente que ama la historia como yo tiende a refugiarse en ella para no renegar mucho, y por eso me vino a la cabeza la idea de que este asunto de los “guerreros propaganderos” no es invento del presente, sino que ya existían en la antigüedad (tengo que aceptar que algunos guerreros de entonces pertenecían a mi gremio, los historiadores) y también en el siglo XX (donde la actividad se vio más nutrida por periodistas), y es que hacer parecer que eres más grande de lo que realmente eres e inventar mentiras para maquillar la verdad, es ni siquiera una estrategia de marketing, es actividad humana regular.
Así que pensé en las dos personas que han sido más perjudicadas por los “guerreros propaganderos”: Cayo Julio César Augusto Germánico, más conocido como Calígula, y Lucio Domicio Enobarbo o Nerón. Ambos césares tuvieron la dificultad de enfrentar su deseo de consolidar en Roma un imperio al estilo oriental, superando la República y por tanto al senado; la cuestión es que al senado no le gustó nada la idea y combatieron fuego, con rumores.
Las cosas que se han dicho tanto de Nerón como de Calígula son en ciertos casos exageraciones vergonzosas y en otros, simples mentiras, a eso se sumaron los detractores de la familia Julio-Claudia fundada por Augusto, como el historiador Suetonio, y siglos después la creatividad de algunos cineastas y hoy por hoy, los nombres Nerón y Calígula, son sinónimo de locura, exceso y corrupción; aunque hubo peores emperadores, vaya que los hubo peores, pero supieron llevarla bien con sus coetáneos, así que los dejaron tranquilos.
Actualmente, el caso es diferente, y aunque la guerra del pasado era oficialismo contra oposición, ésta se ha trasladado a las trifulcas internas del partido de gobierno, donde ha ocurrido que los guerreros ya no se reconocen y tienen que atacarse entre ellos o a quienes antes defendían. ¡Todo un espectáculo! Aunque de poca calidad, si me preguntan.
En Bolivia no nos hemos salvado de la guerra sucia, quizás el personaje más vilipendiado por ella sea el pobre Hilarión Daza, guapo presidente del país que tuvo que lidiar con la guerra y fue acusado de estar ebrio durante la toma de Antofagasta por los chilenos, cosa totalmente falsa, pues está registrado que tan pronto tuvo noticia de la invasión, tomó cartas en el asunto para resolver el entuerto. Nada, hasta hoy se puede ver gente tanto boliviana, como chilena y peruana, jurar que Daza prefirió festejar el Carnaval antes que anunciar el estallido de la guerra, y muchos lo creen y lo comparten en Facebook.
Muy de cerca, aunque con un carácter más simpático, están las ocurrencias de Melgarejo, otro vilipendiado y acusado de regalar Tacna, de no saber leer y leer al revés, y de dispararle a su camisa por decir que no confiaba ni en ella (este último más bien es un pensamiento lucidísimo en la política nacional, quien confía en su ministro de economía, o quien confía en su compañero de fórmula, pronto verá un contrincante en elecciones y grabaciones secretas en su haber). Lo más grande que pesa en Melgarejo es el supuestamente haber aceptado el establecimiento de empresas chilenas en Antofagasta sin cobrar lo que debía, a cambio de un par de medallas y nombramientos de dicho país.
Lo cierto es que Melgarejo, al menos en esa cuestión, no actuó de manera diferente a cómo habría actuado cualquier gobernante de un país que no tenía la capacidad económica de invertir, y aunque el personaje de marras tuvo muchas aventuras cuestionables, lo que queda de él son las mentiras inventadas en su contra.
Aunque claro, somos lo que queda cuando nos vamos… ¿Qué quedará de los actuales políticos? Quizás pronto lo veremos.
SAYURI LOZA
Historiadora, Diseñadora de modas, políglota, artesana.
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21