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GUIDO AÑEZ
No puedo ni quiero perder mi capacidad de asombro frente a las noticias que me llegan de mi país. Escuché al dirigente cocalero Evo Morales, acusar al viceministro de Defensa Social y Lucha Contra el Narcotráfico, Jaime Mamani, también dirigente cocalero, de proteger a unos narcotraficantes y extorsionar a otros; la respuesta del viceministro fue acusar a Evo Morales de proteger a los narcotraficantes de Villa Tunari y haber mantenido a ese municipio como territorio libre y santuario para la actuación de los narcotraficantes durante los 14 años del mandato de Morales.
Solo con escuchar este tipo de declaraciones de un expresidente, que nunca dejó de ser cocalero y una autoridad en ejercicio, llego a la conclusión de que nuestra sociedad se caracteriza por una crisis de valores.
La mentira, el miedo, el robo, la corrupción, la soledad, la depresión o la violencia son sus características más comunes. Dichas características generan confusión y desorientación en las personas que integran nuestra sociedad, lo que a su vez crea conductas nocivas, incluso patológicas, y una indiferencia peligrosa y riesgosa en los sectores medios de la población que ante tanta iniquidad, ha optado por hacerse a un lado en los temas de fondo que nos aquejan.
Por eso y por muchísimos ejemplos que abundan a diario en nuestro país es que me pregunto: ¿Estamos ante un narcoestado o ante un Estado forajido?
El término narcoestado o narco economía es un neologismo económico y político que se aplica a aquellos países cuyas instituciones políticas se encuentran influenciadas de manera importante por el poder y las riquezas del narcotráfico, cuyos dirigentes desempeñan simultáneamente cargos como funcionarios gubernamentales y miembros de las redes del tráfico de drogas narcóticas ilegales, amparados por sus potestades legales.
A su vez, se define como Estado forajido a cualquier nación o Estado que infringe el derecho internacional y representa una amenaza para la seguridad de otras naciones; se trata de regímenes que emplean el terrorismo como política para someter a su población y a sus vecinos.
La penetración del narcotráfico en las esferas publicas bolivianas, es innegable, el núcleo político duro del MAS, son los cocaleros del Chapare, en el gobierno de Morales se cambió la Ley 1008 para ampliar el cultivo de los cocales que eran excedentarios, se legalizó la coca del Chapare, la cual no va a ningún mercado legal y en un 95% va al narcotráfico y fueron aprehendidos por organismos internacionales dos jefes antidrogas del gobierno de Morales.
Cumplimos con todos los estándares internacionales para ser un narcoestado.
Las naciones declaradas como estados forajidos en el mundo son hasta hoy ocho: Afganistán, Cuba, Irán, Nicaragua, Corea del Norte, Sudán, Siria y Venezuela.
Nuestro país está evolucionando hacia esa condición de manera muy peligrosa. Los acuerdos militares con Irán que implican equipamiento militar, tendrán sus consecuencias; las denuncias de la ministra de Seguridad Argentina, sobre la presencia de miembros de la temible Guardia Revolucionaria Iraní en Bolivia es muy seria; el financiamiento y presencia de paramilitares del MAS en el Perú cuando el conflicto por la destitución constitucional del presidente Castillo, así como las declaraciones de Evo Morales sobre política interna de ese país son otros elementos a tomar en cuenta; la militarización de la frontera con Brasil, por parte del gobierno de Bolsonaro primero y Lula después, para evitar el ingreso violento de las mafias del narcotráfico asentadas en el Chapare, es otro elemento. Y así, me puedo extender en más ejemplos.
Las naciones que cuentan con un marco institucional relativamente sólido, organizaciones empresariales consolidadas e independientes de los circuitos del crimen organizado, separación e independencia real de poderes, organismos de control y prensa libre, son muy difíciles de ser calificados como narcoestados o estados forajidos, desgraciadamente no estamos en ese camino y cada vez el Gobierno se integra más hacia el lado de aquellos países que no son ejemplos para nada, dictaduras teocráticas, regímenes fracasados y con una visión infantil de un “antiimperialismo” estúpido y trasnochado en un mundo globalizado y cada vez más interdependiente.
Tenemos todavía la oportunidad de cambiar el rumbo en unidad y con firmeza. El pueblo es más fuerte que la dictadura.
¡Viva Bolivia libre!