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HUGO BALDERRAMA
Bolivia, mi país natal, cobró relevancia el año 2013 cuando su PIB alcanzó un crecimiento del 6,5%. Mucha prensa empezó a hablar de un «milagro» producido por El Modelo Económico Social Comunitario Productivo (MESCP).
Los nombres de Evo Morales, Álvaro García Linera y Luis Arce Catacora ocupaban los titulares de revistas especializadas. De igual manera, las universidades bolivianas y extranjeras empezaron a llenarlos de Doctorados honoris causa. Hasta el Colegio de Economistas de Bolivia nombró Economista honorario al cocalero.
Sin embargo, ¿los bolivianos estábamos presenciando un verdadero milagro o, solamente, otra de las tantas estafas que abundan en nuestra historia?
Arranquemos por el principio, El Modelo Económico Social Comunitario Productivo, a pesar de los rimbómbate del nombre, no era más que la hiperestimulación de la Demanda Agregada mediante el Gasto Público, el mayor en siete décadas. Los recursos para el derroche salieron, eureka, de la renta gasífera que Evo y sus cómplices asaltaron apenas llegaron al poder.
Todos buscaron un espacio para mamar de las tetas, obviamente, con enormes dosis de corrupción de por medio. Veamos.
Bolivia cambia, Evo cumple, fue uno de los mecanismos que la dictadura usó para gastar la renta gasífera. El esquema benefició a un grupo de 20 empresas, algunas de ellas de empresarios cercanos al partido de Gobierno y de aliados políticos en puestos claves del legislativo. El plan terminó con obras abandonadas, inconclusas, sobredimensionadas o con fallas estructurales y hasta de diseño, Elefantes blancos, en términos coloquiales.
Según los datos presentados por CONNECTAS, toda la parafernalia que Morales organizó alrededor de su programa estrella provocó pérdidas de al menos 102 millones de bolivianos (14,7 millones de dólares).
El fin de ese esquema llegó el 11 de diciembre del 2014, pues el mismo Evo tuvo que manifestar su preocupación por la caída del precio del petróleo, por ende, del gas. Empero, Morales no estaba dispuesto a detener el despilfarro y la jarana, por eso dijo: «Bolivia tiene un colchón financiero de 40000 millones de dólares para garantizar la estabilidad económica. Ya he consultado expertos para ver que vamos a hacer».
Seamos honestos, Morales, que carece de la más básica cultura, no tenía la capacidad de analizar esos datos, mucho menos de saber dónde estaban esos millones. Ergo, estaba repitiendo un discurso que le prepararon su entorno, Arce Catacora, uno de los más cercanos.
Los 40000 millones estaban compuestos de la siguiente manera: 15000 millones de Reservas Internacionales, 15000 millones de depósitos privados en el sector financiero y 10000 millones en los fondos de jubilación. Era una obviedad que iban a usar esos recursos como si fueran de libre disponibilidad, La Fatal Arrogancia, que describió el gran Hayek.
¿Cuáles fueron los resultados?
El 2014, teníamos 15000 millones de dólares en reservas internacionales, ¿hoy en día tenemos?, nadie sabe el dato concreto, puesto que el Banco Central no tiene información actualizada.
En cuanto a los fondos de jubilación, $us 200 millones fueron «invertidos» en bonos del Banco Central de Bolivia (BCB), a una tasa de interés de 6,5% a tres años plazo. Las comillas hacen referencia a que, en realidad, se trata de usar la plata de los trabajadores para sostener el derroche, o ¿alguien en su sano juicio piensa que ese dinero será devuelto en tiempo y materia?
La estrategia del gobierno de Arce Catacora de acrecentar el gasto estatal y estimular la demanda es una receta para el desastre. Lejos de resolver los problemas económicos de Bolivia, esta política está cimentando el camino hacia una crisis más profunda, ya que el incremento de la oferta monetaria, combinada con la estatización y saqueo de los fondos de pensiones, es la ruta directa a la hiperinflación y la miseria.
Mientras tanto, el régimen, en parte para evitar su responsabilidad, nos pide a los ciudadanos que reduzcamos nuestro consumo de combustible y alimentos. En síntesis, Arce Catacora, simplemente, está repitiendo algo que su admirado Fidel Castro ya había dicho en los 90: «La pobreza es una virtud revolucionaria».