Bolivia: Entre el pragmatismo, el caudillismo y la realidad

CARLOS CARDOZO

Con el triunfo de Javier Milei y su toma de posición, casi de manera inmediata en Bolivia se empezó a barajear la trasnochada idea de buscar un personaje similar que irrumpa en el escenario electoral al que el presidente Arce empujo al país ante la crisis inmanejable que no le permite cerrar cuentas este 2023.

¿Por qué es necesario un Javier Milei para cambiar el ciclo autodestructivo de la política a la que el MAS ha condenado al país?

Sencillamente porque el boliviano considera improbable que la sociedad en su conjunto despierte de su letargo y se autoconvoque para demandar la restitución de la institucionalidad en los Poderes del Estado, una auditoria completa del Padrón Electoral y Transparentar el estado de situación de las Cuentas Nacionales a nivel de Banco Central de Bolivia, Empresas Públicas, Gestora Pública de Seguridad Social a Largo Plazo y el oscuro esquema de Contrataciones Públicas.

El Caudillismo al que el boliviano recurre como primera opción no considera como condición sine qua non el adscribirse a una ideología bien definida. Es decir, la imagen es el epicentro de la atención y las propuestas como tal son simples satélites alrededor del candidato.

Si el caso argentino puede enseñarnos algo, es que las ideas son lo último que se toma en cuenta al momento de las elecciones, el contexto favorece o condiciona el nivel de cambio que la ciudadanía esta dispuesta a tolerar a partir de su voto. El hartazgo con la clase política (Oficialista y Oposición) ante el recrudecimiento de la crisis económica que solamente desencadeno el negacionismo de uno frente al gradualismo de los otros. Milei con sus propuestas de shock, “extremas” para algunos, sacude el tablero político y obliga a oficialistas y opositores a llevar la política al campo donde el se sentía más cómodo, el económico.

De acuerdo con el periodista Juan Luis Gonzales, autor del libro “El Loco”, Javier Milei entro al campo político con una idea y se dio cuenta que para llegar al objetivo debía tomar varias licencias, propias de la política, alianzas inesperadas y socios cuestionables. Tal es así que los “libertarios de pura sangre” quedaron sobrando y relegados totalmente del camino del libertario.

El pragmatismo con el que el libertario llego a la presidencia generaron muchas dudas en sus anteriores seguidores que reclamaban de él coherencia con sus discursos tajantes respecto a la casta política. ¿Y eso que tiene que ver con Bolivia?

En Bolivia, al igual que en Argentina, pretender que en menos de dos años se presente un Javier Milei que logre cautivar el descontento de la ciudadanía, al mismo tiempo que promueva las ideas de la libertad y al mismo tiempo generé una estructura política propia que le permita tener presencia nacional con los recursos necesarios para desarrollar una campaña intensiva de sus propuestas paralelo al embate de un Gobierno desesperado de adelantar elecciones, con el erario ya sobregirado, es una verdadera entelequia.

¿Qué tipo de votante es el boliviano? ¿Izquierda o derecha? Para contestar esta pregunta vale la pena mencionar la definición de Norberto Bobbio, el jurista italiano separa ambas tendencias de la siguiente manera: la derecha concibe la desigualdad como un estado natural del ser humano en ese sentido resolver este dilema no debería ser una preocupación más que la del individuo. Por otro lado, la izquierda indica que la desigualdad surge como resultado de construcciones sociales artificiales es decir estas dinámicas requerirían de una intervención para poder ser resueltas en vista que la inacción generaría una intensificación de estas desigualdades.

La derecha reconoce al mercado como un medio que permite que esas desigualdades puedan ser resueltas en base al esfuerzo y pericia del individuo dado que las condiciones del entorno generan esas oportunidades. Mientras la izquierda recalca que es el Estado el único capaz de intervenir y resolver por los medios que vea conveniente las desigualdades a partir de un rol mas bien activo y protagónico.

Es así como el votante boliviano, puede renegar del Estado y sus instituciones. Su desilusión no se transforma en escepticismo sobre la capacidad real que este tiene para reconducir al país a un sendero de mayor estabilidad y mejores días. Más allá de que el esquema se mueva entre radicales, extremistas o posiciones más equilibradas, el boliviano en general demanda la presencia del Estado de una forma u otra.

Hablar de derecha en el país, supondría ir más allá de criterios como el conservadurismo, elitismo o poder económico que terminan por encasillar a supuestos personajes como “la derecha” cuando son más cercanos a la izquierda en su manera de pensar el país.

El liberalismo como bandera es una iniciativa saludable y necesaria, a la que también pueden sumarse otros “outsiders” que tienen al igual que Milei en las redes sociales un espacio alternativo desde donde crecen en audiencia y pelean el derecho a ingresar al escenario político. La solución no parte por unirse para derrotar al enemigo, pasa por correr la discusión a lo que verdaderamente importa sin importar el número de opciones electorales. Al final es el individuo el que elige, no se debe subestimar su juicio.

El pragmatismo puede ser una alternativa que permita competirle de igual a igual a la izquierda boliviana, no solo el MAS sino todos sus “rivales” que en la actualidad siguen la línea marcada desde el oficialismo. Todo el con el Estado, nada con el privado.

CARLOS ARMANDO CARDOZO LOZADA
Economista, Máster en Desarrollo Sostenible y Cambio Climático, Presidente de la Fundación Lozanía
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21