Bolivia, ese laboratorio de sueños fallidos, se enfrenta al año 2025 a una agenda digna de una tragedia griega. Después de casi dos décadas de gestión del Movimiento al Socialismo (MAS), el país está al borde del colapso, pero, tranquilos, todo esto era parte del plan… ¿o no? El deliberado objetivo de cubanizar la nación, objetivo que el Che Guevara soñó, aunque no pudo siquiera empezarlo. Veamos, ¿qué podríamos asumir?, ¿qué nos espera en lo económico, social, político y cultural?, mientras intentamos no reír (o llorar).
Tras veinte años de discursos sobre el “modelo económico social comunitario productivo”, el panorama es brillante… para los yatiris que auguran desgracias. El boom de los recursos naturales, que alguna vez llenó las arcas estatales, se evaporó como una promesa electoral, se ha dinamitado la perspectiva hidrocarburífera, vandalizado la minería y manoseado tanto el litio que nadie quiere nada con nosotros. Todo esto ha generado la escasez de dólares de diésel y gasolina, lo único que abunda es la coca y la cocaína.
¿Inversión extranjera? ¡Por favor! Aquí espantamos a los inversores con leyes cambiantes y discursos incendiarios. En 2025, la deuda pública y un déficit fiscal que lleva 11 años será nuestro mejor legado, un hermoso obsequio para futuras generaciones que tendrán que pagarla con sangre, sudor y hojas de coca.
En lo social, Bolivia ha alcanzado un logro inigualable: la fragmentación absoluta a nivel sub atómico social y político. Gracias al MAS, el país es un mosaico de conflictos étnicos, regionales y sociales. Mientras unos celebran el “Estado Plurinacional”, otros luchan por no ser olvidados en la maraña de identidades creadas a conveniencia, los odios entre oriente y occidente, la fomentada lucha de clases, el incentivo del odio racial, las estériles políticas de género y hasta la estimulación de las contradicciones entre jóvenes y viejos, entre padres e hijos.
¿Luchar por un sistema educativo que unifique? No, mejor sigamos adoctrinando con mitos y leyendas sobre héroes cubanos y venezolanos y dejando que no se evalúen ni comparen los resultados de nuestros estudiantes con los de otros países.
En 2025, el MAS probablemente seguirá buscando formas creativas de mantenerse en el poder porque, claro, un país gobernado por los mismos líderes durante dos décadas siempre es sinónimo de frescura e innovación. La corrupción, omnipresente y descarada, se ha convertido en un arte nacional, mientras la oposición brilla por su ausencia y su falta de coraje y creatividad, con algunas notables excepciones, enfrascada en discusiones bizantinas sobre candidaturas mientras toda la estructura del fraude ha sido no solo mantenida, sino reforzada.
Culturalmente, Bolivia ha pasado de exaltar lo ancestral a convertirlo en un producto turístico de mala calidad. El discurso sobre la descolonización terminó siendo un pretexto para imponer una nueva lógica xenófoba y autoritaria, la creación de una nueva élite, en más aspectos, es mucho peor que la anterior. En 2025 lo más plurinacional de nuestro país será la multiplicidad de excusas para justificar el desastre.
El legado del MAS es un país dividido, endeudado y exhausto. Pero no nos preocupemos, porque en Bolivia siempre hay espacio para otro discurso grandilocuente, otra “revolución democrática y cultural” y otro intento de reinventar la pólvora a pesar de los fracasos.
Por supuesto que las elecciones de 2025 se perfilan como una única e irrepetible oportunidad para implementar el fin del masismo. El éxito de esta empresa tiene poco que ver con la absurda discusión sobre un candidato único antes de la primera vuelta. Tiene que ver con por lo menos intentar desmontar el aparato del fraude trabajando, entre otras cosas, para lograr: Un Tribunal electoral imparcial, un padrón creíble, la aprobación de una ley sobre el uso y abuso de los recursos del Estado en candidatos oficialistas y, sobre y ante todo, la construcción de un esquema de control electoral entre todos los actores políticos de la variopinta oposición. Solo así la luz tendrá la oportunidad de acabar con tanta oscuridad y destrucción.
¡Feliz 2025, plurinacionales!
- LUIS EDUARDO SILES
- ANALISTA Y POLÍTICO. EX JEFE NACIONAL DEL MNR
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