HUGO BALDERRAMA
En su libro, Lo que mi padre nunca me contó, Juan Pablo Escobar ―hijo del patrón― relata como la carrera política de su padre terminó a causa de una publicación del diario El espectador. Además, que su enfrentamiento con el ministro Rodrigo Lara Bonilla fue el inicio de una de las etapas más violentas en la historia de Colombia. Pues Escobar, que para la época ya era un poderoso narcotraficante, no podía perder la oportunidad de convertir a su país en un narcoestado, aunque para culminar su plan tengan que correr ríos de sangre.
Igualmente, nos cuenta que a muchos jefes de los cárteles no les interesaba las discusiones ideológicas, sino cosas mucho más prácticas, entre ellas, las mujeres, el poder y el dinero. Es por eso, que los narcodólares no distinguían entre izquierdas o derechas. Los peces gordos sabían que podían comprar a gente de ambos bandos.
Yo estoy completamente de acuerdo con Juan Pablo Escobar. Sin embargo, es innegable que en los últimos cuarenta años fueron Fidel Castro y todo su grupo de secuaces quienes implantaron narcodictaduras en Venezuela, Nicaragua y Bolivia. Esos regímenes, apenas arribaron al poder, destrozaron toda institucionalidad, y convirtieron a sus países en grandes paraísos para los negocios ilícitos.
Al respecto, Franco Rojas Sagárnaga, gerente general del Grupo AMLC y especialista en Prevención de Lavado de Activos, en una entrevista al diario digital www.urgente.bo, explicó los siguiente:
- “Bolivia todavía no ha podido desarrollar verdaderos mecanismos de prevención y control del lavado de dinero. A esto, se suma que Bolivia es un país productor de cocaína y marihuana y que su ubicación geográfica también lo convierte en un país de tránsito de droga y contrabando, principalmente desde Paraguay, Brasil, Argentina y Perú”.
Asimismo, el grupo colombiano Insigth Crime (periodistas especializados en crimen organizado) informó que los narcotraficantes colombianos con órdenes nacionales de arresto pueden entrar a Bolivia sin temor a ser detenidos. Ya que Bolivia no tendría información sobre órdenes nacionales de arresto, sino sólo sobre las órdenes internacionales registradas en la Interpol.
De igual manera, revelaron que el Primer Comando de la Capital ―uno de los cárteles más peligrosos de Brasil y el mundo― usa la ciudad de Santa Cruz de la Sierra para lavar dinero proveniente del narcotráfico. Las «inversiones» consisten en joyas, clínicas médicas, restaurantes y fincas.
El Comando Vermelho ―principal rival del PCC― también ha puesto los ojos en Santa Cruz, y pretende llevarse una tajada del tráfico de drogas que se concentra allí. De ahí que en la urbe cruceña la inseguridad se haya disparado, pues ambas bandas la convirtieron en una zona de guerra, que parece no tener fin.
Por otra parte, estadísticas de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen en La Paz revelan que existen, al menos, tres organizaciones dedicadas al préstamo de dólares a comerciantes bajo el sistema gota a gota. Los créditos tienen como una única finalidad el blanqueo de dinero proveniente de actividades ilegales. Los montos recaudados en La Paz, Yacuiba y Cochabamba son remitidos a los jefes en Santa Cruz.
Para Joseph Humire (especialista en seguridad y crimen transnacional) las drogas ilegales se han vuelto la principal fuente de financiamiento para grupos terroristas como Hezbollah. En una entrevista al diario www.infobae.com el especialista explicó que Irán extendió su influencia en toda la región, Bolivia incluida, desde inicios de los años 90. Obviamente, en su afán expansionista no dudaron un segundo en aliarse con agrupaciones criminales como el PCC o el Foro de Sao Paulo.
Con todo, no debería extrañarnos que Bolivia se haya convertido en el paraíso de los narcos y, al mismo tiempo, el infierno de la gente honesta.
HUGO BALDERRAMA FERRUFINO
Economista, Master en Administración de Empresas y PhD. en Economía
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21