SAYURI LOZA
Aunque considero que el feminismo ha aportado de manera positiva a la búsqueda de equidad y yo jamás podría estar en contra de un pensamiento que promueve la ecuanimidad y denuncia la injusticia, me llama la atención el modo en que esta corriente ha evolucionado y parte de ella se ha adaptado a los tiempos radicales que hoy vivimos, al punto que si a alguna incauta mujer se le ocurre decir “el feminismo no me representa”, de inmediato le contestan “gracias al feminismo opinas, gracias al feminismo votas, gracias al feminismo tienes derechos, no puedes ser mujer y no ser feminista”.
Ese tipo de respuestas me recuerdan a mi juventud, cuando me rebelaba contra la idea de ser madre, por ninguna otra razón que la de nunca haber sentido la vocación de serlo, no era algo popular en ese entonces y la gente me decía “la maternidad es la única manera de realizarte como mujer, no puedes ser mujer sin ser madre”; postura autoritaria que antes que desanimarme, me impulsaba más a desobedecer y demostrar que puedo ser plena y feliz sin tener hijos, y es que cuando hay presión e imposición, sin duda habrá resistencia.
Quizás por ello han surgido esas resistencias algo pintorescas denominadas “cristianismo radical” o “antifeminismo” que se ocupan de desprestigiar a este movimiento también de manera radical, acusándolas de ser las causantes de todos los males del país y diciendo que sus formas de protesta no son formas.
Por mi parte, miro a las jóvenes reclamar por el “derecho” al aborto y yendo a destrozar iglesias y calles; soy boliviana, ver grafittis, paredes orinadas y bloqueos no es nada nuevo para mí, es parte de la violencia a la que desde la escuela me tienen acostumbrada (lo primero que te recibe en el aula es tu pupitre, ávidamente rayoneado con improperios, recordándome que siempre habrá alguien destrozando las cosas lindas del mundo), así que no voy a ser hipócrita y a decir “no son maneras” ¿Qué maneras esperan que tengan las chicas si ésas son las maneras que nosotros, como sociedad, les hemos enseñado? Son perfectas herederas nuestras.
Lo que más me llama la atención, es el vandalismo en las iglesias, esas sí eran respetadas por los malandros de mis épocas. Y es que la Iglesia es otra institución que mutó para mal; antes del cristianismo, la situación de la mujer en el mundo antiguo era poco menos que oprobiosa; no podía tener propiedades, no podía participar en política ni en economía y ni siquiera era dueña de su vida, pues ésta era propiedad de sus pater familias, algunas de las cuales las prostituían para ganar dinero. Esas películas donde vemos a las esposas de emperadores y altos funcionarios en el circo, viendo el espectáculo desde el palco, al lado de su esposo, son falacias históricas; todas las mujeres, sin excepción, eran enviadas a las graderías, lo propio ocurría en todas las esferas sociales.
Jesús y sus discípulas mujeres (María de Magdala, Martha, María de Bethania, etc.), proponían una doctrina más igualitaria en un mundo donde las mujeres “infieles” eran lapidadas y es precisamente debido a ello que el cristianismo primitivo estaba conformado por una mayoría de miembros femeninos, pues en él encontraron un espacio donde tendrían más equidad. Pero la institucionalización de la Iglesia las dejó de lado y practicó la discriminación a la romana con ellas.
Volviendo al feminismo, en el pasado éste era la resistencia, tal como el cristianismo, significaba la opción liberadora de la mujer para reclamar sus derechos, hoy se siente un poco como una moda que hasta reconoce su estética. Queda el reto para las nuevas generaciones evitar que se vuelva una institución hipócrita como las que tanto critican.
SAYURI LOZA
Historiadora, políglota, artesana, diseñadora y bailarina.
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de Visor21.