La actual Loyola se encuentra en la Provincia de Guipúscoa, antes de su fundación estos parajes formaban parte del Valle de Olatz-Iraugi, y se encontraban a orillas del rio Urola, que significa agua ferrosa en euskera, la lengua de los vascos, y, cuya juridicción abarcaba las feligresías de las dos Iglesias de Santa María de Balda y de San Sebatián de Soreasu. El nombre de Iraugi aparece documentalmente por primera vez hacia los años 1186-1189 cuando se la cita como perteneciente al Obispado de Pamplona.

El destino o la predestinación, le dió el más ilustre del solar vasco. En una fría mañana de 1491, en el punto entrañable de convergencia entre las dos pintorescas villas de Azpeitia y Azkoitia, nació Iñigo López de Loyola, último de trece hijos de Beltrán Yañes de Oñas y Loyola y de Marina Sáez de Licona y Balda, volviendo inmortal y universal el nombre de Loyola. Un nombre que desde las orillas del río Urola ha sobrepasado fronteras y continentes. Sólo en América del Norte cinco grandes universidades llevan el nombre de Loyola: Los Angeles, Chicago, New York, Baltimore y Montral, mientras de América del Sud a India, de Filipinas al Japón e incluso en Africa resuena el eco de Loyola; un nombre vasco universal que aparece en las enciclepedias británica, rusa, americana, japonesa, china, etc.

Ignacio era el protótipo del vasco, un producto genuino de ese Valle de Olatz-Iraugi -“gure patroi aundia”- y que se convirtió en el paladino que puso a disposición de Roma un ejército espiritual. Papa Pablo  III con la bula “regime militantis ecclesiae”, fechada 27 de septiembre de 1550 autoriza la fundación de la Compañía de Jesús”

El Santuario de Loyola, rodeado por parques y plazas es un grandioso conjunto arquitectónico de la época barroca, de líneas sobrias, formado en su parte central por la Basílica, con elevada cúpula de 65 metros y dos amplias alas que recuerdan un poco a El Escorial.

El 28 de Marzo de 1689 se puso la primera piedra de la Basílica y seis años más tarde, comenzaron a ejecutarse las obras del grandioso edificio. El 31 de Julio de 1738, se pudo inaugurar la Basílica diseñada por el arquitecto italiano Carlos Fontana y trabajada por destacados maestros vascos como Zaldúa, Lecuna, Ignacio de Ibero y Joaquín de Churriguera. En 1758 se colocó en el Altar Mayor la imágen de San Ignacio, ofrecida por la Real Compañía Gipuzcoana de Caracas.

Tras la expulsión de los Jesuitas decretada por el Rey Carlos III, las obras del edificio del colegio fueron detenidas por más de un siglo y fueron terminadas entre 1885-88, a dos siglos exactos de comenzarlas.

La Basílica cuenta además, con otra importante joya, el órgano romántico de la Casa Cavaillé-Coll. Con ocasión del V Centenario del nacimiento de Ignacio, se han realizado importantes trabajos de restauración y limpieza y con ellos, los mármoles, jaspes, lapizlázuris y alabastros empleados en su construcción, y que ahora reflejan nuevamente su belleza original.

Toda la Gran Loyola,  encierra a manera de relicario, la casa donde en 1491 nació Iñigo, y donde treinta años más tarde, herido en Pamplona por una bala de cañón y convaleciente, se entrgó a Dios, renunciando para siempre a las armas y a la gloria humana por el servicio de Cristo.

Arquitectónicamente la casa natal, llamada Casa-Torre, data de los últimos años del Siglo XIV, fue construída por un antepasado de Ignacio, Don Beltrán Yañes de Loyola como sólido bastión. Era un cubo perfecto de 16 metros de lado, de piedra extraída del lindante macizo de Izarraitz, con sólidos muros de casi dos metros de spesor.

En 1457 fue semidestruído por expresa orden del Rey Enrique IV, mientras que su titular Don Juan de Loyola, abuelo de San Ignacio, era desterrado a Andalucia. Tras su regreso en 1460, reedificó el edificio en ladrillo al gusto múdejar. Ultimamente se han hecho importantes obras de consolidación y de remodelación tanto en su exterior como, en su interior. La primera planta refleja el carácter de la casa-torre o fortaleza; la segunda evoca la vida familiar ordinaria en torno a la cocina; la tercera, donde nació Iñigo, trata de hacer revivir la nobleza señorial de los Loyola y por fin la cuarta y última planta es el núcleo del Santuario, lugar donde Ignacio de Loyola se entregó a Dios. Hoy estas habitaciones han sido transformadas en capillas y oratorios.

Cerca del Santuario, por el antiguo camino a Azpeitia, se encuentra la casa de Egibar, vinculada tradicionalmente a la infancia de Ignacio, y siguiendo siempre por el mismo camino se encuentra  la Ermita de Nuestra Señora de Olatz, la más antigua de Azpeitia. Esta ermita medioeval custodia una talla gótica de “Andra-Mari”, muy venerada por los azpeitianos y, según la tradición, por el mismo Ignacio. En esta ermita se celebraba en antaño las Juntas Particulares de Gipuzkoa

El pueblo natal de Iñigo, Azpeitia, es el punto de encuentro de todo el universalismo que inspira la figura del fundador de la Compañía de Jesús. El proceso de fundación conoció dos cartas expedidas por el rey Fernando IV. Por primera vez en 1310 se le otorgaron una serie de privilegios y el nombre de Germendia de Iraugi, y por segunda en 1311, el fuero de Vitoria y la Iglesia de San Sebastián de Soreasu le dieron el nombre de Salvatierra de Iraugi, nombre que mantuvo hasta que en el siglo XV prevaleció el de Azpeitia. Posteriormente fue Villa Mayor porque hasta el siglo XIX, era una de las provincias en las que residía el Corregidor y la Diputación. Actualmente se la conoce unicamente como Loyola, un nombre vasco universal.

Actualmente es la orden masculina más importante de la Iglesia Católica, los hijos de San Ignacio están esparcidos por todo el mundo con altos representantes en la jerarquía eclesiástica entre ellos un Papa, Francisco y Cardenales, Arzobispos, y Obispos.

Es imposible hablar de los Jesuitas si hablar de escuela y de cultura. Sin embargo la Compañía de Jesús no nace como orden enseñante; al inicio es un grupo de hombres a disposición del Romano Pontífice para ser enviados a cualquier parte del mundo, en defensa y propaganda de la fe: mientras la Compañía se está dando forma, Ignacio se da cuenta que para llegar a ciertos fines es indispensable el arma de la cultura y acomete la fundación de “colegios” destinados exclusivamente a la educación intelectual y religiosa de estudiantes. Se empieza en Gandia, España, en 1546, con la ayuda del conde Francisco Borja que llegará más tarde a ser el tercer sucesor de San Ignacio como Propósito General. A mitad del siglo XVI, se advierte la necesidad de un reglamento educativo, que se inspirará al uso de la Universidad de Paris (Modus Parisiensis). En 1583 el Padre General Claudio Acquaviva natural de Atri en los Abruzos italianos, crea una comisión de padres encargados de elaborar un plan de estudios. El documento fue publicado con el rótulo de “RATIO ATQUE ISTITUTIO STUDIORIUM” que no sólo daba normas precisas para la organización escolástica, sino que establecía también los principios pedagógicos y los criterios didácticos de la enseñanza.

Actualmente más de dos millones de alumnos estudian en los casi 700 institutos de educación presentes en 65 países de los 113 en la que trabajan los jesuitas, dando una contribución no indiferente a la vida social, política e intelectual en la formación de enteras generaciones de jóvenes. Son 118 los Institutos Superiores o Universidades, 26 las Facultades de Teología y Filosofia: editoras, revistas, radios y agencias de noticias son también una parte importante y cospicua de las actividades de los hijos de Ignacio.

Se calcula que hay cuatro millones de antiguos alumnos suyos en el mundo. De sus aulas salieron cinco Pontífices, León XIII, Pío XI, Pío XII, Pablo VI y Juan Pablo I. Un quinto del episcopado mundial ha estudiado en la Universidad Gregoriana de los Jesuitas en Roma. Hombres como Tasso, Chabrera, Cervantes, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Cartesio, Coeneille, Voltaire, Descartes, Wojciech, Jeruzelsji, De Gaulle y otros personajes que recientemente han salido a los honores de los altares como Maximilano Kolbe, el héroe de Auschwitz y Pier Giorgio Frasatti, indicato actualmente como modelo de la juventud, son exalumnos de los Padres de la Compañía de Jesús. En Bolivia casi toda la clase intelectual, política, cultural y científica ha pasado por la aulas de los Colegios San Calixto, Sagrado Corazón y San Ignacio: asi tenemos a Presidentes de la República, ministros de Estado, políticos, diplomáticos, hombres de ciencia y de cultura, exalumos de los Jesuitas, porque es el orden intelectualmente más brillante de la Iglesia Católica.

En los útimos años, la Compañía de Jesús ha impulsado un modo especial de educación popular, nos referimos a Fe y Alegría, un modelo de educación creado por Padre José María Velaz en Venezuela y difundido actualmente en casi todos los Países de América Latina.

Desde los orígenes de la Compañía hasta nuestros días, una infinidad de santos y beatos han respondido con devoción heroica a la vocación religiosa y de modos diferentes: hombres de acción, teólogos, educadores, científicos, mártires por fe, sacerdotes y hermanos cuadjutores. En América Latina, Roque Gonzáles de Santa Cruz, Alonso Rodríguez y Juan Castillo fueron barbaramente asesinados en 1628: ellos, los santos mártires rioplatenses son los patrones del Continente Sudamericano. En estos últimos tiempos otros Mártires Jesuitas en territorio latinoamericano se han unido a los de antaño. El 12 de octubre de 1976 Padre Joao Bosco Burnier, brasileño de 59 años es asesinado en Riberao Bonito (Brasil). El 12 de marzo de 1977 Padre Getulio Grander, párroco salvadoreño de 45 años, es ametrallado en Paisnal (Salvador). El 22 de marzo de 1980, Padre Luis Espinal, español de 48 años, periodista, es bárbaramente torturado y asesinado en La Paz (Bolivia). El 2 de agosto de 1981 Padre Carlos Pèrez Alonso, un español de 45 años, desaparece misteriosamente en Guatemala sin que hasta hoy se haya sabido nada de él. El 13 de abril de 1987 el Hermano Vicente Cañas Costa, misionero en Brasil, es asesinado en Mato Grosso. El 1 de junio de 1989, Padre Sergio Restrepo, un colombiano de 50 años, es asesinado en Tierra Alta (Colombia). El 16 de noviembre de 1989 Padre Ignacio Ellacuría, español de 59 años, Rector de la Universidad Centro Americana, Padre Armando López de 71 años, profesor universitario, Padre Joaquín López y López de 72 años, salvadoreño, director de “Fe y Alegría”, Padre Legundo Montes, español de 56 años, profesor universitario, Padre Juan Ramón Moreno, español de 56 años profesor universitario y Padre Ignacio Martin Barró, español de 47 años, vicerrector de la Universidad Centroamericana, fueron bärbaramente asesinados en la capital salvadoreña.

Es difícil imaginar la Iglesia de Tercer Mundo y del Tercer Milenio sin los Jesuitas. Son el signo viviente de la fidelidad y de la inteligencia de la Iglesia Católica: “sin ut sunt aut non sint” respondieron cuando los borbones impusieron a Papa Clemente XIV la reforma o la suspención de la Compañía de Jesús el 21 de Julio de 1773.

  • RODOLFO FAGGIONI
  • PERIODISTA Y CORRESPONSAL EN ITALIA. MIEMBRO EFECTIVO DE PRENSA INTERNACIONAL
  • *NDE: LOS TEXTOS REPRODUCIDOS EN ESTE ESPACIO DE OPINIÓN SON DE ABSOLUTA RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO COMPROMETEN LA LÍNEA EDITORIAL LIBERAL Y CONSERVADORA DE VISOR21