La Sede de Pedro en vista del Jubileo 2025

Cruzando el Puente “Pons Aelius”, sobre el río Tiber, hoy Puente Sant’Angelo, hecho construír por el  Emperador Adriano en el año 134, se  llega al gran columnato que rodea la Basilica Vaticana que surge sobre las ruínas de la antigua Basilica de Constantino, del siglo IV, y a norte de lo que fue el Circo de Nerón, el Emperador Romano que había decretado la persecución a los cristianos en la que encontró el martirio el Apóstol Pedro, primer Obispo de Roma, en un año que se puede datar entre el 64 y 67 d.C.

Bajo la Basilica se encuentran los imponentes restos del cementerio pagano, que contiene una fosa sencilla del siglo I, en la que se depositó el cuerpo de San Pedro y que constituye el corazón de la Basilica misma. Es en torno a esta tumba en donde, en las diferentes épocas, se han sucedido las diversas construcciones.

Hacia la mitad de siglo II se construyó sobre esa tumba un pequeño monumento funerario, la primera “memoria” del Apóstol. Después de la concesión de la libertad a los cristanos con el Edicto de Milán del año 313, el Emperador Constantino repuso en un nicho apropiado los restos mortales de Pedro, hizo construír una gran basilica funeraria y, en torno a sus restos, un monumento recubierto de piedras de pórfido y de mármol. En el templo de Constantino, el Papa Gregorio Magno (590-604), elevando el pavimento con un presbiterio en torno a la “memoria” de Constantino, edificó un altar que está sobre el sepulcro de Pedro. Sobre el mismo altar, se sobrepusieron más tarde otros dos altares; el del Papa Calixto II (1119-1124) y el del Papa Clemente VIII (1592-1605), que es el actual altar papal.

La Basilica construída por Costantino fue demolida en el año 1506, porque amenazaba caerse. Durante el papado de Julio II (1503-1513) se comenzó la construcción de la nueva y actual Basilica Romana en la que trabajaron los más grandes artistas de la época, entre ellos, Donato Bramante, Rafael di Sanzio, Miguel Angel Buonarotti, Gian Lorenzo Bernini y otros. Así es como la religión y el arte han honrado la antigua sepultura, que las siguientes excavaciones arqueológicas han restituído intacta después de tantos siglos. Investigaciones científicas han permitido afirmar la autenticidad y la real existencia de los restos mortales de San Pedro, como han anunciado sucesivamente los papas Pio XII y Pablo VI.

En el amplio atrio, cinco puertas invitan a los fieles a entrar en la Basílica. La última de la derecha es la Puerta Santa que se abre para las celebraciones del Año Santo, normalmente cada veinticinco años.

La nave central de la Basílica ofrece una visión global del templo máximo de la cristianidad. En esta nave se celebró el Concilio Vaticano II. Sobre la izquierda se encuentra la Capilla del Bautisterio en mosaico y que representa el Bautizo de Jesús a manos de San Juan Bautista. En la misma nave está la capilla de la Presentación, en cuyo altar se guarda el cuerpo de San Pio X. Sigue la capilla del coro, destinada a la oración de los Canónicos en donde se encuentran los sepulcros de San Juan Crisóstomos y del Papa Clemente XI, junto al mosaico de la Inmaculada. Después del altar de la Transfiguración, que reproduce la obra maestra de Rafael en mosaico, está el altar y de la tumba del Papa Gregorio Magno. A pocos metros de la puerta de ingreso a la Sacristía, se encuentra el Altar del Martirio de Pedro, sobre el punto exacto del Circo de Nerón, Pedro fue crucificado en una cruz invertida. Aquí están también los altares de San José y del Apóstol Santo Tomás. Siguiendo por la izquierda, se encuentra el monumento a Alejandro VII, obra de Bernini, en la que están representadas la caridad, la verdad, la justicia y la prudencia. Pasada la Capilla de Nuestra Señora de la Columna, se entra en el ábside, dominado por una luminosa vidriera y, poco más abajo, la así llamada Cátedra de San Pedro, que da el nombre al altar mayor y está sostenida por cuatro columnas que representan los primeros grandes maestros de la Iglesia: San Ambrosio, San Agustín, San Atanasio y San Juan Crisóstomo. La paloma que se ve en la vidriera es el antiguo signo cristiano del Espíritu Santo.

En el cruce de la nave central con el crucero, se encuentra el punto dominante de la Basílica, el altar papal, llamado tambien de la Confesión, en el se celebran los ritos presididos por el Sumo Pontífice. Confesión es palabra que viene del latín y significa testimonio. El altar surge, de hecho, en lo que corresponde a la tumba de Pedro, que está debajo a unos 3,50 metros en el nivel de la antigua basílica constantineana, y recuerda el testimonio de sangre dado por el Apóstol. El baldaquino de bronce de Bernini celebra la gloria del pescador de Galilea, y más alto, la inmensa cúpula de Miguel Angel, en cuya base se leen las proféticas palabras de Jesús: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.

Al lado izquierdo, junto a la estatua monumental del Apóstol San Andrés, se encuentra la escalera para bajar a la cripta, donde están sepultados muchos Pontéfices. De frente, la célebre estatua de bronce de San Pedro, el pie derecho lleva visibles los signos de los besos imprimidos por la devoción incesante de los peregrinos.

Inmediatamente después de la Capilla Gregoriana, se llega a la Capilla del Sacramento, oasis de recogimiento, detrás del cancel de Borromini, y que parece contrastar con la animación de la Basílica. El sagrario de bronce es obra de Bernini. La gran pintura que domina sobre el altar, la única de la Basílica que no ha sido reproducida en mosaico, figura la Santísima Trinidad.

Sigue la Capilla de San Sebastán de donde se llega a la famosísima Piedad de Miguel Angel, obra maestra de la escultura de todos los tiempos. Es una pieza imprescindible y única del renacimiento cristiano.

  • RODOLFO FAGGIONI
  • PERIODISTA Y CORRESPONSAL EN ITALIA. MIEMBRO EFECTIVO DE PRENSA INTERNACIONAL
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