Tengo fe en el periodismo, pero más aún en los periodistas, por eso estoy seguro que quienes son periodistas de vocación, no se prestarán a difundir o dar validez a las encuestas electorales que trata de difundir Raúl Garáfulic, el dueño de la marca “Página Siete”.
En una reciente reunión que tuvo con cerca de 30 colegas periodistas, que tienen un prestigio bien ganado, este empresario les aseguró que está en proceso de cancelar la deuda que tiene con nosotros. A ellos, de forma clara, los extrabajadores de ese medio de comunicación les expresamos que es falsa la versión que Garáfulic trata de instalar para recuperar credibilidad. Él no busca solucionar o pagar la deuda que tiene con los periodistas que le dieron el prestigio al Diario Página Siete.
Garáfulic es un deudor moroso y prófugo, al extremo de que las 70 familias que se quedaron sin sustento, sin salarios y beneficios sociales están obligadas a notificarlo por medio de costosos edictos con el proceso laborar que debimos iniciarle. Y debemos recurrir a esa forma de notificación judicial porque ese señor y sus abogados no tienen la voluntad de someterse ante la justicia.
También nos enteramos que, en reuniones privadas, los familiares de este mal empresario, otros abogados, no solo minimizan el drama económico que por el bien de nuestras familias debemos sobrellevar, con deudas y otro tipo de obligaciones que se originaron por el cierre de nuestra fuente de trabajo. Pero, irónicamente, esos leguleyos expresan su rechazo a que se nos pague lo que la ley señala como justo.
Garáfulic giró cheques sin fondo, para evadir el control del Ministerio de Trabajo (hecho documentado y que se califica como delito penal). Para pagar en cuotas los beneficios sociales, engañó con falsos contratos de préstamo a los trabajadores que decidieron salir antes del cierre de Página Siete.
Se fugó del país -vive en Brasil y viaja a Europa- luego de poner a buen recaudo sus propiedades. Seguro él podría decir que lo hizo para que el Gobierno del MAS no se las quiten a él o sus familiares, pero nosotros sostenemos que lo hizo de forma planificada y con dolo, para evadir sus responsabilidades laborales.
“En cambio yo, este año, no podré dar nisiquiera un regalo de navidad a mi familia, a ese extremo he llegado”, me comenta uno de mis compañeros. Junto a otras de las víctimas de Garáfulic también reflexionamos y expresamos nuestra indignación, porque por la crisis económica del país, el valor de nuestros sueldos, beneficios sociales y finiquitos adeudados cada día pierden valor adquisitivo por la devaluación de la moneda boliviana.
Finalmente, desde 2019, Garáfulic y su grupo se las arregló – lanzando planes financieros- para convencer a los periodistas a que trabajen con la promesa de que pagarían todos los sueldos atrasados, nunca cumplió. Entonces, el 29 de junio de 2023 cerraron el periódico, la página web y sus redes sociales de forma abrupta, sin permitir que al menos sus trabajadores y periodistas luchemos por generar recursos propios para sobrellevar la situación.
Hoy, 19 de noviembre, cumplimos 688 días de haber quedado en la calle luego de años de servicio a una empresa cuyos dueños lucraron gracias a nuestro compromiso con el periodismo. 688 días sin cobrar los sueldos, sin beneficios sociales, sin finiquitos, sin poder retribuir a nuestras familias el tiempo que les restamos para invertirlo en la “marca” que hoy trata de revender Garáfulic.
El accionar de Garáfulic y todos los que actuaron como cómplices y encubridores en su administración en Página Siete, no solo fue una forma dolosa de cerrar un negocio mal administrado, sino que, además de dejar a los periodistas en la calle, en una indefensión laborar y jurídica, provocó un gran perjuicio al periodismo boliviano, al maniatar y asesinar un medio de comunicación reconocido por su labor informativa, de investigación e interpelación al poder de turno, méritos logrados por los periodistas y por los cuales la población depositó su confianza a diario.
Por ello y por decenas de otras razones, convoco a que quien se considere consecuente con este noble oficio, se pronuncie sobre lo dicho por Raúl Garáfulic en esta reunión con periodistas y, simplemente, los reflexionamos sobre lo que implica sentarse a la mesa con un empresario que provocó tanto daño a quienes que se mantuvieron firmes hasta la última edición de Página Siete.
- Carlos Quisbert
- Periodista de investigación
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