Una colonia española, sus tributos y una horca en Plaza Murillo (parte II)

Napoleón I se la hizo al padre Carlos IV, en segundo lugar al hijo Fernando VII, a quien tomó preso durante largos 6 años en Valençay, Francia; por lo tanto, cuando querían reclamarle su compromiso se hicieron mostrar con un afrancesado estilo de salón el “corte de manga” o la canasta de la caperucita. Más por el contrario, Napoleón dejó convenientemente en su lugar, en el trono de España, a su pariente “Pepe Botella”. Quien fuera bautizado por su mamá como José Bonaparte I; y quien para ese entonces no se enteraba que nunca habría un José Bonaparte II. Casi todas las secuelas son un desastre.

Entonces, mientras en Europa un hijo le pelea el trono a papá – faltando al mandamiento de honrarás padre y madre; y Napoleón… bueno, que estaba esforzándose con mucho éxito por ser Napoleón; en América (1809) por estas razones se empezaron a dividir las opiniones políticas en tres partes, no necesariamente iguales.

Estaban quienes apostaban por la reinstauración del reinado de Fernando VII (el del complejo de Edipo).  Estaban quienes querían seguir dependiendo de cualquier forma de vasallaje, servilismo y tributos, mientras les respeten sus cacicazgos indígenas plurinacionales y multiculturales (Mallkus), como el Cacicazgo de Charcas (hoy Sucre), el Cacicazgo de Cochabamba y fundamentalmente el Cacicazgo de los Quispe (En la región de Chayanta, actual Potosí). Esto porque mientras los mallkus garantizasen la provisión de mano de obra regalada para la mita y la minga, les permitía eximirse a título personal de pagar tributos como mandamases que eran. Cualquier parecido con algunos sindicatos en la actualidad, no es mera coincidencia.

Y finalmente estaban unos criollos de atavíos muy graciosos, quienes querían ser su propio gobierno, lejos de la Corona, que se encontraba a 9000 kilómetros y que sin tener siquiera internet, les decían a los de este lado del mundo lo que tenían y no tenían que hacer, cada seis meses. Entonces, estos criollos igualito que otros europeos; los de la ilustración, de la revolución francesa (1789) y del racionalismo continental; querían aprender a mandarse solos sin reyezuelos, sin reyes chiquitos, ni cosa semejante.

Si vivieran el día de hoy estos últimos criollos de calcetines graciosos como medias de fútbol hasta la rodilla y zapatos negros, de chaquetas ajustadas y levita; serían declarados con seguridad y porque era evidente como: “Separatistas, sediciosos y terroristas”, delitos tipificados por el Artículo 129 (bis) del Código Penal, con condena de 30 años de privación de libertad, sin derecho a indulto y: “¡vamos, hala tíos, a la cárcel, y con vosotros el diseñador de modas!”

¡Pero no!

Efectivamente era más práctico en ese entonces: una horca ejemplarizadora, instalada convenientemente con toda la producción escenográfica a la vista de todos y en “Plaza Mayor”; de dicho nombre porque todavía no había sido ahorcado el protomártir Pedro Domingo Murillo. Que como se verá en otro momento, también serviría de otro escenario; aunque no con la misma producción pero con otros actores, para colgar a Gualberto Villarroel (1946). ¡Que gusto por colgar a la gente en la Plaza!

El tema es que los realistas o los “groupies” de Fernando VII y los caciques indígenas originarios plurinacionales de ese entonces (en el virreinato del Perú) y en la Real Audiencia de Charcas (hoy Sucre), no querían pagarle tributo al tal “Pepe Botella”; no mandarle la mesada para subsidiarle su vida de Kardashian; menos darle ningún apoyo porque les redujo sus privilegios e impuso nuevos impuestos a los latifundios, a los militares de alto grado y a uno que otro miembro del clero.  “Para mejorar las finanzas” decía el Pepito; que de hecho ya estaban en números rojos por las guerras de su hermano, Don Napoleón Bonaparte.

Es decir, los señoritos y doctorcitos de lo que todavía no era Bolivia, querían seguir dependiendo tributariamente de la Corona española y pedían por la liberación de Fernando VII. Así es, como lo leen: “¡Liberen a Nanito séptimo!” era lo que clamaban las multitudes de realistas radicados en suelo charquino (Sucre), en la Oh linda La Paz y en la villa imperial de San Felipe de Austria, hoy Potosí.

Querían seguir siendo colonia española, ¡cómo no!, con todos sus lindos títulos nobiliarios apergaminados y colgados con orgullo en la pared del living, como yo tengo mi título académico de sociólogo, -pero con la diferencia que para ellos había mayor valor curricular para poseer almas y vidas bajo su férula. Además de todos sus privilegios y lo principal, que no les toquen la billetera con eso de nuevos impuestos o cosa semejante.

Mientras tanto, los criollos, insurgentes, subversivos y sediciosos en esas mismas ciudades españolas de fundación, querían una organización política y económica que dejara de depender de las decisiones que les mandaban desde ultramar, de un total de 12 reyes de España que en poco más de 300 años, nunca se vinieron a dar siquiera una vueltita por estos lares, ni para reconocer los terrenos que dejó la abuelita: “Isabel la Católica”, se llamaba ella.

Estos criollos en cuestión, querían gobernarse y gobernar principalmente sobre los centros mineros, como el cerro rico de Potosí y de Porco; principales yacimientos de plata y todo lo que se pudiera comprar con el argento mineral acuñado en Escudos en la Casa de la Moneda, bajo la mirada del dios Baco. No hay por qué comerse esa idea romantizada, que todo era por la libertad pura y simple, también había intereses materiales de por medio. No era amor al chancho, sino al chicharrón.

Además, regir sobre todo lo que caminara en suelo americano incluyendo indios y esclavos de África (de Toto); tal como lo hicieron los mismitos españoles y portugueses desde 1492. Pero esta vez con sus propias pesadas y tormentosas cargas tributarias, tierras adentro y con unas elecciones decantadas como el café de mamá. Con un padrón de hombres de pelo en pecho, hacendados o con ingresos demostrables, y necesariamente alfabetos. ¡Viva la República, independiente y soberana de Bolivia! Hasta que todo volviera a saltar por los aires.

Ahora, más de 200 años después de la gesta independista (1825) estamos aquí, “contentos” de haber llegado al culmen del arte de convertir lo fácil en difícil a través de lo inútil, con toneladas cúbicas de papeleo, con tratos nobiliarios y tantas cortapisas para emprender cualquier cosa, que harían sonrojar de vergüenza a un funcionario de la Corona española. Llegando a tener más de 11.000 tipos de aranceles para las importaciones, con cargas absurdas; de pagar 30 diferentes tipos de tributos y de una cantidad grotesca de patentes, licencias y multas por esto y por aquello. Para seguir sosteniendo con las mismas coercitivas, pesadas y empobrecedoras razones, todo un aparatoso, irracional y cada vez menos eficiente sistema económico, político y judicial.

Tributos para subsidiar el déficit fiscal; tributos para financiar obras faraónicas inservibles como un cenicero en una moto, tributos para pagar las extravagancias del líder folklórico de turno y luego un sueldo vitalicio; tributos para mantener una caterva de empleados públicos de todo tamaño y color de plumaje que, como ya quedó demostrado dictan leyes a tontas y a ciegas; tributos para subsidiar y subvencionar prebendalismos clientelares del Partido que se hizo del Gobierno y se cree Estado, tributos para pagar a los que cobran tributos y que además ahora ya no tienen ni que acudir a un juicio y por lo tanto tienen el poder para sentenciarnos sumarialmente a la horca, como en el lejano Oeste, si no estamos dispuestos a seguir “tolerando una especie de destierro en el seno mismo de nuestra patria”. Tributos para comprar la propia cuerda con la que nos colgarán en Plaza Murillo o en el Palacio Consistorial.

Impuesto a la sucesión hereditaria (1% al 20%) … ¿para qué quieres dejarles a tus hijos o nietos todo el fruto de una vida de tu trabajo? Comparte después de muerto con el papá Estado.

Impuesto a la transferencia de bienes inmuebles, es decir, aunque en estado de necesidad tengas que vender tu propia casa (3%) … ¿te ayudó el gobierno a construir tu casa? No importa, regala una parte de tu trabajo al Estado.

Impuestos a las Utilidades de las Empresas (25% anual) ¿Quieres ser exitoso en tu emprendimiento? Deja de ser un cerdo capitalista y egoísta, regala una parte al Estado de tus ganancias para que las redistribuya.

Gastos de desaduanización de bienes de capital que ni siquiera se producen en Bolivia más transferencias internacionales (45%-70%) ¿Eres importador o necesitas insumos y maquinaria, repuestos o productos? Tienes que pagar por que te autorice el Estado, para proteger la altísima calidad de la industria imaginaria boliviana.

Patentes y tazas a esto, a aquello y a todo lo demás que les pueda salir del moño a nuestros doctos y ciegos encomenderos. ¿para qué quieres establecer tu negocio en lugar de ser empleado público?

Es decir, no acabaría nunca, por lo que democráticamente ahora que podemos votar todos sin distinción alguna, elijamos qué tan gruesa queremos la soga de la horca.

Yo, no dejaré ninguna tea encendida. Ya hay focos LED.

  • JORGE ESPAÑA LARREA
  • ABOGADO. SOCIÓLOGO
  • *NDE: LOS TEXTOS REPRODUCIDOS EN ESTE ESPACIO DE OPINIÓN SON DE ABSOLUTA RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO COMPROMETEN LA LÍNEA EDITORIAL LIBERAL Y CONSERVADORA DE VISOR21