Cursaba allá por la década de los 80, el 5to Básico en la Escuela fiscal Agustín Aspiazu de la ciudad de La Paz, una materia en ese entonces denominada: Electricidad y Mecánica, curso que se impartía como parte de las técnicas vocacionales a todos nosotros, los lloq’allas (muchachos), que aprendíamos cómo hacer desde un calentador de agua hasta un poco de circuitos eléctricos.

En ese entonces mi profesor nos preguntaba algo que nunca olvidaré: ¿Cuál es el mejor fusible? Aparentemente no había nada que pensar, sabiendo que me enseñaron que los aparatos electrónicos en casa estaban hechos para durar dos o tres generaciones. Pero en efecto, no considerábamos en nuestra mente infantil que también hay cosas que fueron diseñadas y hechas para arruinarse, para quemarse, tirarse a la basura y sustituirse. Por lo tanto, la respuesta era: el mejor fusible… es aquel que se quema.

Es decir, un fusible se quema para evitar que todo lo demás se queme. Eso en el escenario político era l’raison d’etre (la razón de ser) para ofrecer la candidatura y la presidencia del actual ocupante de Palacio de Gobierno. Un fusible que además fue insertado con bombos, platillos y por un trompetista cocalero como jefe de campaña, quien le orquestó a partir de una maquinita electoral dirigida desde el Chapare, la victoria asegurada con un cómodo 55% del total de votos allá por el 2020.

¿Pero qué sucedió?

El supuesto fusible no solo no se quemó, sino que además se envaneció autoconvenciéndose con fervor religioso, que era el elegido por sus inexistentes atributos carismáticos, por sus incipientes rasgos indígenas o sus altos conocimientos en economía desde la Universidad y más años trabajando en el aparato estatal (1987), que de diputado tuvo Evo Morales (2002); convirtiéndose a sí mismo, por lo tanto, en la tarjeta madre del aparato y también en la fuente de poder. En pocas palabras: de ser candidato /presidente fusible, con la inminente ironía de la vida, terminó quemando todo el aparato electrónico estatal, al electricista que lo instaló, al dueño del aparato electrónico y finalmente, a todo el vecindario.

No contento con ello, el insufrible fusible culpó de “pe a pa” desde el inicio a todos. Primero culpó al gobierno de Añez, luego culpó a la Banca Privada, luego a los librecambistas, luego a las caseritas del mercado, al contrabando inverso, a la crisis internacional, a los empresarios que se llevan sus dólares, culpó a Evo Morales de quien fuera su Ministro de Estado, culpó al clima en puertos chilenos, culpó a la noche, culpó a la lluvia y culpó a la playa; en fin, a todos, menos a su partido político porque aún lo necesita, como un pez necesita una bicicleta; y a su Modelo Económico Socialista y Comunista Productivo, o lo que es lo mismo: la receta para una catástrofe perfecta.

Y negó la realidad hasta el paroxismo, hasta acalambrarse, distorsionándolo absolutamente todo; inclusive llegando a fingir que el fusible se quemaba por alguien que le quiso cruzar los cables “en contra de su voluntad” para que haga cortocircuito. Fingió ser estadista, pero transfiriéndole sin empacho ni rubor, la decisión para que la población elija: ¿el sartén o el fuego, está usted de acuerdo? Mediante el mismo referéndum redactado con el pie y comandado desde el Ministerio de Justicia, quiso también hacerse quitar de encima a su rival político -otrora su jefe de campaña-. Fingió haber encontrado un campo de gas, fingió una economía blindada, fingió una canasta familiar de 100 Bs. Fingió la industrialización de país, fingió uno de los crecimientos económicos más grandes de la región. Y fingió y fingió.

Fingió desde siempre, desde un principio, como antes, más que antes.

  • JORGE ESPAÑA LARREA
  • Abogado. Sociólogo
  • *NdE: Los Textos Reproducidos En Este Espacio De Opinión Son De Absoluta Responsabilidad De Sus Autores Y No Comprometen La Línea Editorial Liberal Y Conservadora De VISOR21