El principio de conservación de la energía expresa que: nada en el universo se destruye, ni se pierde, todo se transforma. Mismo principio que se aplica a mi bolsillo cuando echo mano de un fajo cada vez más grueso de billetes, para comprar cada vez menos de lo que compraba hasta hace un año; porque algo o alguien hicieron que se “transfiera” toda la “energía” contenida en estos billetes a otra parte del universo. ¿A dónde?
Respuesta corta, la “energía” que contiene ese dinero, o el poder adquisitivo de ese dinero, está en otro bolsillo y alguien como con un pase de magia lo metió ahí a vista y paciencia de todos. Fue “el mago de las canastas”, mismo por el que votaron el 55% de electores hace cuatro años; para que nos estafe vendiéndoles una piedra filosofal conocida como “ijchu” o lo que es lo mismo el Modelo Económico Social Comunitario Productivo; ambas basuras de antología que metidas en una hermosa cajita y por la que pagaremos un ojo de la cara y la mitad del otro todos juntos, hasta el día de nuestra muerte, amén.
Esto es así, por la sencilla razón de que la redistribución de la riqueza – que la deciden quienes no producen riqueza – la tengamos que pagar todos con nuestros impuestos. Manteniendo empleados públicos inútiles; sumados a las más de 70 empresas estatales deficitarias por naturaleza y estirpe. Y ahora además serán las empresas privadas, que se especializaron productivamente en producir relaciones clientelares con el gobierno para recibir créditos pagaderos con recursos públicos. También están el lote de prebendas y los “regalitos” otorgados a cooperativistas y sindicatos para acallarlos o arengarlos.
Porque esa es la forma en la que se empobrece por este lado para seguir enriqueciendo a la plétora de manq’agastos parasitarios – por el otro – que solo están buscando la oportunidad para enquistarse en algún cargo público, para recibir dádivas con dinero ajeno o de acceder a contratos con el Partido-Gobierno-Estado, pagando claro está un diezmo.
Y como nada se destruye, todo se transforma, entonces, el dinero que pierde valor adquisitivo dentro de mi bolsillo, también va a dar a manos de quienes no hicieron nada para obtenerlo, para seguirlos subsidiando, subvencionando por el solo hecho de ser militante del Partido Político.
¿Y entonces dónde están los millones de dólares que había hace un año en todos los bancos?
La pregunta es obvia, la respuesta no lo es tanto: están en el bolsillo del Partido-Gobierno-Estado. Los necesitan para pagar las compras al exterior de combustibles, para pagar los viajecitos al exterior de todos los funcionarios públicos; sirven para sostener el servicio diplomático, para pagar honorarios profesionales de consorcios extranjeros y en forma nominal para decir que se tiene algún respaldo en depósitos en el extranjero, todo eso en moneda norteamericana.
No se lo llevaron los grandes empresarios bolivianos como pretenden hacernos creer, porque de ser así hoy tendríamos más millonarios bolivianos tras fronteras y no la diáspora de migrantes connacionales que ya están trabajando informalmente en el norte de la Argentina, en Chile y en Brasil desde mediados de este año. No tendríamos multinacionales inversoras huyendo de Bolivia y llevándose hasta el letrero que cuelga sobre la puerta; porque aquí ya no se puede MÁS con importaciones e impuestos cada vez más expoliantes y una absoluta imposibilidad de venta al público, por precios inalcanzables con un monto congelado de 2.500 Bs. de salario mínimo y un tipo de cambio en 6,97.
Así, pronto las monedas solo servirán para juntarlas y hacerles un hueco con un clavo, para forrar las ch’uspas (bolsas) y bailar de kallawaya, o para que como los billetes de color plomo de mil pesos bolivianos en 1985, solo sirvan solo para coleccionarlos como figuritas por el orden alfabético de la serie, porque ya desde ese entonces no se compraba con ese monto ni un maní partido.
- JORGE ESPAÑA LARREA
- Abogado. Sociólogo
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