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Siempre que puedo, me acuerdo que mis profesores de historia y los jesuitas vascos que huyeron de España del Terror Rojo del PSOE, me enseñaron que Adolfo Hitler, Benito Mussolini y Francisco Largo Caballero fueron tres comunistas genocidas.
Hoy le dirían progresistas o centro izquierda o social demócratas o verdes o ultraizquierda o extrema izquierda o socialistas o peronistas o kirchneristas o petristas o socialistas del Siglo XXI. Todos esos nombres, en últimas, son sinónimos de desgracia.
Leyendo el Caos Planificado de Ludwig von Mises confirmé, desde la teoría económica, lo que había aprendido en el colegio. Y entendí que, aunque tuvieran nombres diferentes, en la realidad, las políticas del partido socialista obrero español (PSOE), las del partido nacional socialista obrero alemán (NAZI) y las del partido fascista italiano, eran idénticas a los postulados comunistas soviéticos de Vladimir Lenin y al New Deal diseñado por John Maynard Keynes para los Estados Unidos de Franklin Delano Roosevelt.
No las nombra Mises, pero yo las incluyo, porque son políticas idénticas, también, el Constitucionalismo Social de Juan Domingo Perón en Argentina y la Revolución en Marcha de Alfonso López Pumarejo en Colombia que introdujo el concepto fascista del Estado social de derecho.
Desde la época del surgimiento del fascismo italiano y el nazismo alemán, siempre fueron considerados movimientos de extrema izquierda por todos los economistas, académicos, intelectuales, otros partidos comunistas europeos, monarquías, iglesias y el resto de la población mundial.
Sin embargo, las atrocidades cometidas durante la guerra, fue la causa para que los fanáticos militantes de la extrema izquierda, se desligaron de los nazis y de los fascistas.
Prohibieron el libro Mein Kampf (Mi Lucha) de Adolfo Hitler para que nadie pudiera leer que él (Hitler) es de extrema izquierda e historiadores comunistas como Eric Hobsbawm, se apoderaron de la narrativa histórica y empezaron a tildar de “extrema derecha” a los partidos comunistas de Hitler y Mussolini para poder ubicarlos en la antípoda ideológica de la extrema izquierda.
La justificación perfecta para desplegar todo el salvajismo y barbarie comunista, además, porque se inventaron que están luchando contra el “fascismo y nazismo de extrema derecha”. Los mesías que van a salvar al mundo del monstruo que ellos crean, que son ellos mismos, pero que en las sociedades más primitivas e ignorantes, creen que no son ellos, sino todos los que son diferentes a ellos.
Recurren a la violencia y al terror para poder imponerse y dominar. En Colombia, nadie puede contradecir a Gustavo Petro o, curiosamente, lo trata de nazi o fascista. La Primera Línea y el M19, son los grupos terroristas que usa Petro para amedrentar a la población inerme, cumpliendo la misma función de los Camisas Negras fascistas y de los Camisas Pardas nazis.
La Gestapo colombiana, la Dirección Nacional de Inteligencia (DNI), la dirige Carlos Ramón González, un terrorista militante del M-19, amigo de Gustavo Petro, desde la época cuando Petro mantenía una relación muy estrecha con Carlos Pizarro, asesinaban a sindicalistas y a los padres de familia delante de sus hijos, actos de violencia irracional, propios de los nazis y de los fascistas.
La obsesión de Maduro y Petro con decirle a todos los que no pertenecen a su secta política, que son nazis o fascistas, raya en el paroxismo. En todos los foros a los que asisten, insultan la inteligencia del auditorio y los tratan cómo analfabetas que no saben el significado y la filiación de un partido político de extrema izquierda que se llama, Nacional Socialista Obrero Alemán (NAZI).
Los lemas de Mussolini ‘‘El fascismo rechaza frontalmente las doctrinas del liberalismo económico clásico, tanto en el campo político como económico’’ y “Nada fuera del Estado, todo dentro del Estado”, confirman la orientación totalitaria de extrema izquierda del fascismo.
Eso es todo lo que ha hecho Gustavo Petro en Colombia, el Estado dueño de todo y todo debe estar dentro del Estado. La Universidad Nacional de Colombia, por ejemplo, perdió su autonomía después de más de 150 años en los que, a pesar de ser financiada por todos los colombianos con los tributos que les cobran, había sido independiente en la forma en que se escogía a su rector, en los programas académicos y en su estructura administrativa.
Petro se apoderó de la universidad, nombrando al rector y a los decanos de las facultades más importantes, premiando a los militantes más fanáticos de su movimiento, el Pacto Histórico. El campus, lo utiliza para actividades proselitistas de su movimiento político, a la par que es la guarida oficial de su grupo terrorista, su guardia Pretoriana, La Primera Línea.
El ahorro pensional que era de los colombianos, depositados en fondos privados de administración de pensiones y cesantías, el Estado lo expropió y se apoderó de todos los recursos, a través de una reforma pensional que fue aprobada de manera espuria en el Congreso colombiano, mediante triquiñuelas corruptas que no son investigadas por los órganos de control y vigilancia, de los que, también, Gustavo Petro es el amo y señor.
Los monopolios estatales y las empresas con participación mayoritaria del Estado, son administradas por Gustavo Petro, a través de sus amigos favoritos, de acuerdo a sus preferencias y gustos personales, a pesar de no tener experiencia alguna en el sector productivo porque jamás ha trabajado o producido un solo peso colombiano, durante toda su existencia.
Expropió las tierras más productivas de Colombia a través del órgano estatal, Agencia Nacional de Tierras (ANT), para entregárselas a los pueblos aborígenes que se dedican al cultivo de coca y marihuana, destruyendo la producción de cultivos dedicados a la exportación y la producción ganadera.
El gobierno del cambio de Petro, usa al Departamento Nacional de Planeación (DNP) que hace el Plan Nacional de Desarrollo, para dominar a la economía colombiana de manera centralizada y promueve la destrucción de los sectores de la economía que más generan divisas, como la minería y el petróleo. Hace poco, prohibió que le vendieran carbón a Israel, tomándose atribuciones propias de un dictador, idénticas a las que se tomaban Hitler y Mussolini.
El fascismo y el nazismo, por lo tanto, están en la antípoda ideológica de la democracia liberal y del libre mercado que son los pilares básicos de los movimientos libertarios etiquetados como de extrema derecha, por los más brutos e ignorantes, haciendo una falsa analogía con, precisamente, los fascistas y los nazis.
Basados en el mito y la utopía, la plataforma ideológica de Nicolás Maduro y Gustavo Petro, se compone de conceptos etéreos, no probados, ni comprobables. Mitos, son usados para justificar, en el pasado, la búsqueda incansable, en el futuro, de la utopía que, al no existir prueba razonable de su existencia, es usada como el objetivo que se persigue de manera permanente, al que solo se puede llegar de la mano de la extrema izquierda que lidera Petro.
El mito, es que todos son nazis y fascistas. La utopía, es un mundo libre de nazis y de fascistas, que solo Nicolás Maduro y Gustavo Petro, están capacitados para combatir y destruir a los culpables de todas las desgracias que aquejan a Colombia y Venezuela.
Perseguir esa utopía, le garantiza a sus líderes supremos, la permanencia vitalicia en el poder. Nunca la van a alcanzar porque los nazis y los fascistas son Nicolás Maduro, Gustavo Petro y sus secuaces. Se trata de la búsqueda eterna del tesoro en los cimientos del arco iris.
- //Andrés Villota Gómez / PANAM POST//