Olvídate de la izquierda y la derecha política ¿Qué tal mejor un «ala hacia arriba», Bolivia?

MARCEL RIVAS

En la última visita que recibí de mi querida amiga doña Amparo Carvajal presidenta de la

Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia, durante mi confinamiento domiciliario impuesto por el régimen, salió el tema de mi posición política en función de lo que se entiende en términos de derecha o izquierda, luego de una profunda reflexión me acordé del artículo de James Pethokoukis 2022, que refleja adecuadamente mi pensamiento político liberal, sobre el desafío de un país que vaya hacia arriba en lugar de uno que pasa de izquierda a derecha según el rumbo que impone el péndulo político del momento.

Cambiamos a una sociedad donde antes solíamos mirar al cielo y preguntarnos cuál era nuestro lugar en las estrellas, por una donde ahora simplemente miramos hacia abajo y nos preocupamos por cuál será nuestro mejor lugar en el fango (Interestelar).

Visualicemos una política contemporánea que se comprometa con el crecimiento económico acelerado y la innovación tecnológica, no por idolatrar ciegamente los incrementos porcentuales del PBI, sino porque representan las vías más efectivas para forjar una sociedad próspera, saludable y robusta para la totalidad de sus miembros. Una economía que trascienda la visión populista de izquierda, que en su afán por redistribuir, termina minando la riqueza que pretende repartir. Y que, a su vez, supere la añoranza populista de derecha por un modelo industrial obsoleto, abrazando en cambio, un futuro innovador y sostenible.

Imaginemos una Bolivia en 2025 donde la «política de progreso» no es solo un eslogan, sino una realidad tangible. Una política que, lejos de las divisiones ideológicas, se centra en el bienestar individual y colectivo y la prosperidad compartida. Donde el crecimiento económico y la innovación tecnológica se convierten en los pilares de una nación resiliente, capaz de superar los desafíos del presente y del futuro con visión y determinación. Una política que, en lugar de perpetuar las disputas del pasado, forja un camino hacia un futuro donde cada ciudadano tiene la oportunidad de contribuir y beneficiarse del éxito nacional. Algo así como lo que se plantea ahora:

Carlos Mesa aboga por un cambio integral en Bolivia: económico, político y social, con énfasis en la lucha contra la corrupción y la libertad ciudadana, previsto para 2025 por voto popular.

Manfred Reyes Villa, alcalde de Cochabamba, se enfoca en la economía y en atender las necesidades sociales, evitando la politización en tiempos críticos.

Tuto Quiroga critica la gestión de Evo/Arce por el uso de reservas y endeudamiento, insta a salvar la economía, impulsar gas, litio y agroindustria, y luchar contra el narcotráfico en Bolivia.

Jean Pierre Antelo, presidente de CAINCO, subraya la necesidad de dinamizar la economía boliviana impulsando el sector privado, la inversión y la exportación, enfrentando desafíos estructurales para un futuro próspero.

Raúl Solares resalta el papel de la Cámara de Construcción en Cochabamba como nexo entre el sector privado y público, impulsando la inversión y el desarrollo nacional.

Luego está el Dr. Jaime Dunn uno de los pocos anticomunistas declarados que afirma con certeza: «No hay libertad sin propiedad privada. No hay propiedad privada sin seguridad jurídica». Si queremos ser libres como personas, las regiones también necesitan ser libres. De nada sirve ser libre en una región que está prisionera del gobierno central. La libertad también debe ser el respeto irrestricto al proyecto de desarrollo de las regiones. Promueve el Capitalismo Popular: un llamado a una Bolivia de propietarios no de proletarios.

Antonio Saravia plantea «Así que el paradigma «neoliberal» ¿está agotado? ¿Cómo piensa entonces crear empleo digno y productivo? ¿Cómo se genera economía sin incentivos, es decir, sin respeto estricto a la propiedad privada y la libertad? No, señor, el problema es el estatismo.»

En el panorama político actual, la ubicación de nuestras aspiraciones puede trascender las categorías convencionales de izquierda-derecha. No se trata de inclinarse hacia un lado o el otro, sino de avanzar con determinación y sabiduría. La política del progreso es una política de ascenso, donde cada paso que damos está dirigido a mejorar la calidad de vida de todos, fomentando una sociedad justa y próspera. Es un camino que se construye con piedras de la innovación, la integridad y la inclusión, un sendero que todos podamos recorrer juntos, dejando atrás las divisiones para mirar hacia un horizonte común.

La división crucial para Bolivia trasciende la izquierda y derecha, es entre quienes buscan progresar y quienes se conforman con el estancamiento. Unámonos por un futuro prometedor, más allá de antiguas disputas. Enfrentemos juntos este desafío, con la mirada puesta en el horizonte de oportunidades del potencial boliviano y no en las sombras de las divisiones obsoletas.

El reto de forjar una política que abrace todas las dimensiones de la libertad.

La izquierda puede, sin duda, formar parte del ala ascendente. Históricamente, el movimiento progresista y la socialdemocracia han considerado el progreso científico y tecnológico como fundamentales para construir una sociedad equitativa. Siguiendo el legado de pensadores como Jack London, quien en los albores del siglo XX proclamó: «No debemos destruir las maravillosas máquinas que producen con eficiencia y economía, sino tomar las riendas de su control». Esta visión se alinea con la idea de que la libertad económica no solo implica la capacidad de generar riqueza, sino también la habilidad de dirigir el curso del desarrollo tecnológico y científico hacia el bienestar común, asegurando que cada avance sea un paso hacia una sociedad más justa y libre.

La visión de derecha, con su compromiso con la estabilidad y el crecimiento con prosperidad, se alinea perfectamente con la aspiración de ascender como sociedad. Esta perspectiva reconoce que el verdadero desafío es avanzar juntos, mejorando continuamente en todos los aspectos de la vida nacional. Los principios de derecha no solo aceptan este reto, sino que también ofrecen las herramientas necesarias para enfrentarlo: una firme defensa de la libertad individual, un mercado dinámico y una sólida estructura legal. Juntos, estos elementos forman el cimiento sobre el cual se puede construir un futuro próspero y sostenible para todos. La lección de Friedrich Hayek para la Bolivia actual es clara: el progreso depende de las ideas predominantes y su defensa decidida y generosa por la libertad.

El «ala hacia abajo» ve el progreso con escepticismo, creyendo que el estancamiento es inevitable en Bolivia y que los avances benefician solo a unos pocos, mientras ven el cambio climático y la automatización como amenazas al bienestar y al empleo, y consideran lejana la participación activa de Bolivia en la economía global.

Para aquellos que se alinean con el «ala hacia Arriba», los próximos 25 años representan el amanecer de una era dorada. Esta visión, tan vasta como nuestra imaginación, anticipa una época de abundancia material y despliegue del potencial humano. Las tecnologías emergentes, impulsadas por los descubrimientos actuales, expandirán nuestra capacidad para superar los desafíos de hoy y forjar un futuro próspero y vibrante. Nos encontramos al umbral de la etapa más creativa y expansiva de nuestra historia, una era en la que la humanidad, armada con conocimiento y audacia, está destinada a ser la arquitecta de su destino, no solo en la Tierra, sino en todo el sistema solar. Este es el cambio significativo que nos espera, una invitación a ser parte de una transformación sin precedentes.

En el núcleo de la política contemporánea, tanto de izquierda como de derecha, yace un potencial latente para el ascenso. La verdad es que el progreso tecnológico y el dinamismo económico son fundamentales para el desarrollo nacional y deben ser los cimientos de nuestras políticas públicas. Aunque no siempre se expresa abiertamente, ambas corrientes políticas tienen la capacidad y la responsabilidad de impulsar el progreso. Es hora de que se unan en la creación de actitudes, ideas y políticas orientadas hacia un futuro prometedor y sostenible. Representantes del «ala hacia Arriba» existen en ambos lados, y su influencia está en aumento, señalando el amanecer de una era de unidad y avance. Juntos, podemos marcar el comienzo de una nueva era de progreso, donde cada paso que damos está dirigido a mejorar la calidad de vida de todos, fomentando una sociedad más justa y próspera.

Bolivia, al abrazar un tecno optimismo audaz, se posicionará en la vanguardia de una nueva era. No se trata solo de recuperarse, sino de reinventarse como una nación que asume riesgos calculados y se orienta hacia un futuro donde la innovación y la prosperidad no son meras posibilidades, sino realidades palpables. Un país que se eleva, un país que no solo imagina un mañana más brillante, sino que toma las medidas necesarias para materializarlo.

En el pensamiento y en el corazón de cada boliviano arde la esperanza de ver a nuestra patria florecer, de superar las sombras del pesimismo político y elevarse por encima de los desafíos económicos. No son meros sueños lo que nos impulsa, sino la firme convicción de que podemos ser la «Bolivia ascendente», un país donde cada ambición se convierte en acción.

Imagina Corredores Bioceánicos que conectan nuestras ciudades, una Seguridad Social que protege a nuestros mayores y vulnerables, y un plan maestro que transforma a Bolivia en el corazón pulsante de las cadenas de suministro regionales. Visualiza a nuestros jóvenes educándose en robótica y biogenética, convirtiéndose en los innovadores del mañana. Juntos, podemos adoptar estrategias audaces para erradicar la violencia y el narcotráfico, construir carreteras que no solo unan departamentos, sino que también abran caminos hacia nuevos mercados. Con la biotecnología, podemos cultivar un futuro más verde y próspero. Y al expandir el acceso a Internet, elevamos nuestra competitividad global, desterrando la corrupción que ha manchado nuestro modelo de negocios. Esta es la agenda política que nos define, que nos une. Con fe en nuestra capacidad innata de descubrir, crear e inventar, podemos asegurar un futuro de abundancia y oportunidades ilimitadas para todos los bolivianos, para que cada uno pueda alcanzar sus sueños más anhelados.

Bolivia se halla en una encrucijada crítica: entre el potencial de progreso y los peligros inminentes, incluida la guerra en Europa. La erosión institucional que generó el masismo amenaza nuestras aspiraciones, pero debemos elegir la renovación sobre el estancamiento y luchar por un futuro próspero y digno.

Debemos evitar a toda costa que la historia se repita. Las crisis económicas y el crecimiento lento y desigual han marcado una era de políticas crueles e intolerantes. Una segunda década decepcionante podría profundizar estas heridas, llevándonos a un abismo del que sería difícil retornar. No podemos permitir que una tercera o cuarta década sigan este curso devastador.

Nos enfrentamos al desafío de superar viejas ideologías y afrontar la amenaza de un adversario político aún influyente. A pesar de los obstáculos, como una realidad jurídica dura y una crisis moral, hay una oportunidad para aquellos del «ala ascendente» de proponer una visión innovadora y motivar a la población a realizarla, siempre conscientes de la fortaleza del adversario.

Con la mirada fija en el horizonte y la voluntad inquebrantable de avanzar, iniciemos este viaje con esperanza y acción. Algunos ya hemos comenzado a elevar nuestra vista, a soñar con lo que está por venir. Juntos, con determinación y coraje, podemos y vamos a construir un futuro que refleje nuestras más altas aspiraciones. Que este sea el momento en que, unidos, demos ese paso adelante, hacia un mañana lleno de posibilidades.

MARCEL RIVAS FALON
Ex director general de Migración
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21