RODOLFO FAGGIONI

No es fácil entender con exactitud qué pasó en Jerusalén, casi dos mil años atrás, entre una cena y una crucifixión. Era una cena judía de Pascua, la fiesta de los panes sin levadura. Cristo y sus apóstoles se van al huerto de Getsemaní donde se quedan dormidos mientras Cristo, que estaba algo alejado, ora. De repente llega un grupo encabezados por Judas Iscariote. Con un beso hace reconocer a Cristo, que como un criminal es blocado iniciando escenas de violenza. ¿Porqué Judas traicionó Cristo? ¿Por treinta monedas? no se sabe, ciertamente lo traicionó, luego se arrepentirá y buscará la muerte. Mientras tanto arrestan a Cristo y recuerda Juan, “Pedro reacciona, pone la mano en su espada y le corta la oreja derecha a un siervo del Sumo Sacerdote llamado Malco, Jesús le dice a Pedro, coloca tu espada en su lugar, ¿acaso no beberé la copa que mi Padre me dá a beber?” Luca asegura que el Maestro le toca la oreja y la sana. Hay miedo, confusión, escribe Marcos “todos entonces, abandonándolo, huyeron”. ¿Dónde llevaron a Jesús atado? Seguramente al Palacio del Sumo Sacerdote Califa. Solo sabemos que Pedro lo seguía junto a otro discípulo y que negó por tres veces a su Maestro, mientras los hechos precipitaban. ¿Hubo un juicio judío en esos monentos? Mateo y Marcos escriben “que se reunieron todos los principales sacerdotes, los ancianos y los escribas” y todos “dictaminaron que era culpable de muerte” y no lo trataron de la mejor manera “algunos le escupieron en la cara y lo bofetearon y otros lo golpeaban”.

Se sabe que Jesús hizo una declaración mesíanica, se hallaron testigos en su contra, el Sumo Sacerdote, después de sus palabras se rasgó sus vestiduras diciendo, “¿Para qué queremos más testigos?” Y estuvieron de acuerdo en que merecía la pena de muerte. Por la mañana, Jesús se presenta delante del Sinedrín y es interrogado por Caifa y viene enviado directamente al Pretorio delante de Poncio Pilatos, Prefecto Romano, hombre clave de esta historia y de los acontecimientos que siguen. No ama a los judios y ahora lo llevan a Jesús ante su presencia. No encuentra ninguna culpa en él, intenta el uso de librar a un preso por la Santa Pascua, pero la multitud elige a Barrabás. Lucas dice que Pilatos, funcionario romano, sabiendo que Jesús era judío lo manda ante Herodes que lo devuelve inmediatamente a Poncio Pilatos y éste no le encuentra culpa y no sabe cómo tratar con los que gritan: “crucifícalo” Hay incertidumbre, hasta el punto que pide le lleven del agua para lavarse las manos públicamente; no quiere ser responsable de esa sangre inocente. Y el pueblo respondió “que la sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos”.

Inmediatamente la máquina del suplicio se pone en marcha: se trata de una ejecución romana porque Jesús es entregado a un centurión y a sus soldados. La prisa con la que se hace todo, probablemente se deba a que la Pascua estaba cercana. Al nuevo condenado le añaden dos ladrones que no se sabe quiénes son. Por el tipo de condenación está obligado a llevar el patilibum, el palo transversal de la cruz, el vertical estaba ya plantado. Cristo subiendo hacia el Calvario se nota que está agotado tanto que indicaron a cierto Simón de Cirene para que lo ayude. Mientras tanto la multitud cambió de actitud. Mientras Cristo iba al suplicio, muchos se golpeaban el pecho y lloraban.

La crucifixión es una escena irreal, el condenado es desvestido y le clavan las manos, se fija el patilibum al palo vertical, le clavan los pies y lo ponen en medio a dos ladrones. ¿Qué hora era? Marcos dice que era la tercera hora, las nueve de la mañana, para Juan mediodía. Es cuestión de poco tiempo y la muerte llegará repentinamente.

¿Quién estaba bajo la cruz? No hay informaciones particulares de los apóstoles. Juan recuerda que “ahí estaba su madre, la hermana de su madre, María de Cléofas y María de Mágdala”, así como el discípulo que amaba. Lamentablemente, Juan es el único que señala la presencia de su madre a los pies de la cruz, los otros se refieren a nombres distintos. Común a los tres evangelistas es el nombre de María de Mágdala. De todos modos, habían presencias femeninas además del centurión y de soldados romanos que se hacía la burla de él.

¿Quíen más estaba allí? La historia esta vez está fuera de las noticias, porque debajo de esa cruz, esperando que todo se cumpliera, estaba la historia, una o mil personas más no intereresa, como no interesan los nombres precisos en el momento en que ese hombre muere cucificado a una cruz.

RODOLFO FAGGIONI
Periodista y Corresponsal en Italia. Miembro efectivo de Prensa Internacional
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21