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HUGO BALDERRAMA
Por azares de la vida, mi libro: Bolivia: del golpe 2003 a la dictadura/narcoestado, llegó a manos de Elizabeth Paravicini, una de las periodistas más reconocidas de mi natal Bolivia. Pero que lo lea no fue lo más halagador, sino recibir un mensaje con las palabras: «Me encantó tu libro, tenemos que tomar un café para charlar más».
En medio de la tertulia, que se prolongó por más de cuatro horas, me relató que varias líneas de mi investigación la habían golpeado duro. Por ejemplo, la asociación entre Gabriel García Márquez y Pablo Escobar, o que haya puesto en calidad de tontos útiles del castrochavismo a varias vacas sagradas del periodismo boliviano, entre ellas, Amalia Pando.
Sin embargo, al final reconoció que su generación, que superó los 60 años, fue engañada por todo el discurso del Socialismo, la Revolución Cubana, la figura del asesino serial de Ernesto Guevara, El Che, y las utopías de la igualdad y el paraíso de la URSS. La conclusión de la charla fue: «Nos vieron la cara de pelotudos».
¿A qué se debe esta larga introducción?
Porque fue muy ingenuo pensar que la caída del Muro de Berlín en 1989 y el colapso de la URSS en 1991 habían terminado por completo el siniestro episodio abierto por Lenin, Stalin y otros bandoleros en 1917, pues, justamente, es la generación de Paravicini que durante los 90 y principios del Siglo XXI se encontraba activa, de hecho, en su mejor momento, en la docencia, la política y el periodismo. Por ende, fue muy fácil que la izquierda introduzca sus nuevos banderines revolucionarios en la opinión pública.
¿No hubo voces que encendieran las alertas de lo que se venía?
Si. Incluso, ya en 1971, Plinio Corrêa de Oliveira advirtió que el indigenismo iba a ser el nuevo fetiche revolucionario que usaría la izquierda latinoamericana para atacar la propiedad privada, la democracia y la libertad del mercado, fundamentos mismos del progreso y la convivencia civilizada. Penosamente, como suele suceder con los hombres adelantados a su tiempo, fue ridiculizado y censurado, incluso por un sector de la Iglesia Católica, a la que él tanto amaba.
La moral burguesa (ligada a la tradición católica) fue el primer blanco de ataque, puesto que se la asocia con la colonización y el genocidio de indígenas. Ambas falsedades, puesto que España nunca tuvo colonias, sino virreinatos.
Un virreinato es una entidad territorial relativamente alejada de la corte central y gobernada por un virrey. La figura del virrey, como su propio nombre indica, era el alter ego del rey en un territorio de una monarquía. La gran distancia y dificultad de las comunicaciones entre la península ibérica y sus posesiones de ultramar dio lugar a la creación de virreinatos con sus virreyes, cortes y audiencias reales que recreaban las instituciones de España para agilizar la toma de decisiones y administrar la justicia, porque los originarios eran considerados súbditos de los reyes católicos.
En cuanto al supuesto genocidio de indígenas, solamente, hay que mirar la composición genética de los hispanoamericanos modernos: todos, absolutamente, todos, somos producto del mestizaje que promovió España. Además, Los franciscanos fueron pioneros en el desarrollo de gramáticas y catecismos en lengua náhuatl, otomí y purépecha del altiplano central mexicano, así como en las lenguas de la familia maya, de Yucatán y Guatemala. Los dominicos, por su parte, publicaron las primeras gramáticas de los idiomas zapoteca y mixteca de la región de Oaxaca, mientras los jesuitas se dedicaron al estudio de las lenguas del Cono Sur de América, entre ellas, el Quechua, el Aymara y el Guaraní. Entonces, ¿para qué molestarse en aprender la lengua de gente a la que querías exterminar?
Pero al militante socialista los datos históricos no le importan, porque el indigenismo no se trata de una teoría para ser discutida y debatida, sino de un pretexto para asaltar propiedades, quemar viviendas y asesinar personas. Una fachada para el crimen. Por ejemplo, Álvaro García Linera, en uno de sus tantos panfletos indigenistas, justificaba que los subversivos incendien, asalten propiedades y aterroricen a la población durante el Golpe de Estado del año 2003.
Ahora mismo, mientras Bolivia se hunde en la miseria producto de la disputa entre Arce Catacora y Evo Morales, Qananchiri –como también se conoce a García Linera– está organizando una serie de movimientos y grupos pandilleros en Paraguay. De hecho, en enero del 2023, Johanna Paola Ortega Ghiringhelli, dirigente del partido País Solidario, usó sus redes sociales para anunciar su cercanía con García Linera.
Pero Qananchiri no fue el único marero que participó en esa reunión. En las imágenes se observa la presencia de varias peruanas con antecedentes de sedición, entre ellas, Verónika Mendoza y Sigrid Bazán, además de gente de Grabois y de Rafael Correa. Considerando que el 2024 es año electoral en varios países de la región, es obvio que se trata de una junta de la plana mayor del crimen transnacional para planificar las acciones terroristas que esgrimirán para debilitar los gobiernos que no sean de su línea, como ya lo están haciendo con la gestión de Javier Milei en Argentina.
¡Qué la historia no se repita! ¡Qué la verdad se imponga! ¡Qué viva la libertad!