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CARLOS LEDEZMA
Atravesamos una nueva era en la que la humanidad ha perdido capacidad de abstracción y se ha transformado en incapaz de sostener y mejorar las instituciones creadas por el “Homo Sapiens”. Durante la historia de la humanidad se ha producido la caída de vastas civilizaciones por la insensatez de los hombres, por el contrario, también puede verse la capacidad de otros que superaron innumerables caídas y dificultades, consolidándose y ejerciendo un dominio global, gracias al pensamiento reflexivo. Para los investigadores y teóricos de nuestra época, el “Homo Sapiens” es el resultado de una construcción dialéctica entre las fuerzas del Eros y el Thanatos, la representación filosófica de la vida, la vitalidad, la supervivencia, el placer, el amor en contraposición al deseo inconsciente de muerte, de retroceso, de desunión y destrucción. Una lucha constante entre los deseos de la razón y la cultura, combatiendo la transgresión de los instintos primarios, salvajes, arcaicos de los “Homo INsapiens”.
“La insensatez es hija del poder” (Bárbara Tuchman). Los procesos de globalización han influenciado en la cultura de las sociedades modernas de forma determinante, con el añadido de la telefonía celular, el avance de las computadoras o la misma internet, que se han ido encargando paulatinamente de redibujar el rostro humano que conocíamos. No resulta extraño hablar de la cultura occidental, siendo una cultura hegemónica marcada fundamentalmente por el consumo, creadas a partir de las –mal llamadas– necesidades, que son simplemente el factor que termina por gobernar la conducta primaria de los seres humanos.
El problema resulta cada vez más preocupante, la humanidad ha ingresado en lo que se conoce como “crisis del proceso civilizatorio occidental”, un proceso que separa al “homo sapiens” del “homo INsapiens”, éste último considerado un ser necio, impulsivo, ignorante, un número más de la masa. Lo preocupante no estriba en la presencia del “homo insapiens”, puesto que ha existido desde siempre, el verdadero conflicto radica en que se ha convertido en el “modelo” a seguir.
Para esta clase de humano, instalarse en una zona de confort a como dé lugar es fundamental. Para hacerlo, desconoce principios y valores; busca siempre el camino fácil, abusando de los aspectos sexuales, fomentando el culto a la estupidez, la cultura de lo desechable. Carente de cuestionamientos persigue las coordenadas que establece la sociedad del consumo, modas, relaciones sociales vacuas, que los conducen al encuentro de su felicidad en la aceptación con aquellos con los que se encuentra conectado sin lazos de amistad, amor o solidaridad, simplemente a través de un instinto primario de homínido.
La crisis del proceso civilizatorio nos muestra que las culturas subalternas comienzan a constituirse como un ideal, dejando de lado a la cultura convencional caracterizada por el intelecto y las habilidades creadas a través de procesos largos que involucran sacrificio y dedicación. El nuevo proceso obliga a vender lo que sea, gracias a que el capital cultural carece de valor. Lo único que le interesa a esta especie humana es disponer del poder adquisitivo, la hegemonía cultural de Occidente ha perdido valor debido a que se encuentra apuntalada por la fuerza del consumismo.
Revisando los estándares de las sociedades humanas, las virtudes inherentes a la especie del “Homo Sapiens”, surgida miles de años atrás, se encuentra devaluada por la fuerza de los poderes dominantes. El desarrollo tecnológico que deviene de la inteligencia humana, se encarga de cambiar completamente aquellos valores construidos a lo largo del tiempo, trivializando los valores del alma para estimular los fenómenos baladíes del cuerpo. La construcción del libre pensamiento sucumbe ante la ridiculización e incapacidad reflexiva del automatismo conductual.
Los pilares sobre los cuales se han construido las sociedades se desmoronan, la ciudadanía y el ejercicio del poder son una mera ilusión, la interacción social persigue patrones de conducta repetitivos que se encuentran subordinados a los modelos impuestos de manera inconsciente, al mismo tiempo se destruye la personalidad de los seres humanos. El colectivismo se extiende como perfil existencial, la masa, la tribu, resultan mucho más manejables y no oponen resistencia alguna. Se deja de lado la comunicación racional, emocional, convirtiéndola en una práctica electrónica que impide sentir las vibraciones espirituales y sentimientos inspiradores de las relaciones humanas tradicionales.
El pasado histórico de la humanidad a través del cual se formaron las virtudes del hombre, deben servir de referente para las sociedades modernas que creen estar dotadas del más elevado grado de inteligencia, un eufemismo creado como verdad única e irrefutable, que quiere hacer ver que la tecnología y la ciencia es el resultado de un fenómeno reciente. La familia constituye la estructura tisular de la sociedad, en la actualidad ha dejado de cumplir ese rol protagónico, privando a las generaciones futuras del contacto filial que es fundamental para una correcta diferenciación cerebral. El calor familiar ya no es el mismo de otros tiempos y los resultados pueden evidenciarse cotidianamente.
Es preocupante ver como esta deconstrucción intelectual horada la armonía social, transfiriendo el control a las máquinas, dejando en sus manos las respuestas a soluciones sencillas a las que podría arribarse con un poco de sensatez y voluntad del libre pensamiento. La Inteligencia Artificial adquiere influencia sin límites en la vida de las sociedades modernas, apartándose de la sapiencia o sabiduría que caracterizó a la especie humana y que la diferenció del resto de los animales.
A diferencia del homo sapiens, el “homo INsapiens”, no se enfrenta a las depravaciones, las vive, las acepta, las concibe como un aliado, teje vínculos para ir creando un entorno ideal a partir de lo salvaje, lo incivil, el abuso, los excesos, el caos, la destrucción. La moral de rebaño que promueve, le permite permanecer en el mundo sin ningún tipo de dificultades, haciendo de la frivolidad y el desinterés, moneda de cambio con la que pulveriza los valores de la moral y la ética. Vivir sin construir lazos afectivos con los seres humanos que son prescindibles, a diferencia del amor por los objetos a los que se dedican en tanto no aparezca uno mejor o más moderno. Esa es la cultura de lo desechable, que muestra reacciones de arrebato sin el suficiente discernimiento para crear juicios reflexivos.
La humanidad se encuentra frente a algo mucho más complejo de lo aparente, algo que no puede compararse a un fenómeno cultural. Esta especie en cuanto al número, resulta inédita para la historia. El “Homo INsapiens” pretende vivir como se muestra en los programas de televisión, creando estereotipos de ficción, mostrando su incapacidad de crear y/o mantener la forma del mundo tal y como lo ha concebido y construido el “homo sapiens” a lo largo de su historia.
Para Sartori, todo hombre que carece de proyecto y de lazo social para unirlo al “logos”, vale decir, aquel ser incapaz de hablar y de pensar, debería ser llamado “homo videns” (El homo sapiens, producto de la cultura escrita se está transformando en homo videns, para el cual la palabra ha sido destronada por la imagen. La primacía de lo visible sobre lo inteligible, lleva a un ser sin entender, que ha acabado con el pensamiento abstracto”). También establece que: “el elemento para explicar esta crisis de lo que ha sido nuestro proyecto civilizatorio, está ligada a la televisión y la cultura de consumo”.
Debemos estar preparados para afrontar la realidad de un mundo en decadencia. Hace algunos años, todavía albergábamos la esperanza de que el mundo sería un lugar mucho mejor, como van las cosas, tengamos la certeza de que probablemente las cosas empeoren. Se debe trabajar mancomunadamente para evitar el desastre, aquel que nos tiene viviendo en ciudades inhóspitas e inseguras, donde los delincuentes van ganando y las nuevas generaciones sólo pueden concentrar su atención en la aceptación de gente a la que ni conocen, queriendo adivinar lo que los desconocidos piensan sobre ellos.