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MAGGY TALAVERA
Cómo será de preocupante el tema de la indiferencia hoy en el mundo, que descubro en Google más de dos millones de enlaces relacionados al título que elegí para esta columna y que resultó ser común en artículos, estudios y noticias compartidos en buscadores y redes sociales. Entre otros, el artículo del psicoanalista colombiano José Fernando Velásquez en el que analiza “el fenómeno de la indiferencia como una respuesta social (…) al destierro y matanza de miles de colombianos”, víctimas de las FARC y de las fuerzas del Estado.
Recurrí a Google en búsqueda de noticias referidas a la compra de Editorial Canelas, cuyo principal producto es el diario Los Tiempos, por parte del Grupo Valdivia, vinculado al MAS, el partido de quienes gobiernan Bolivia desde hace 17 años. Quería comprobar cuánto de indignación o de indiferencia generó esa transacción comercial, dado el impacto que ésta provocará -o ya provocó- en la sobrevivencia de medios de comunicación no subordinados a la voluntad del gobierno central y de los jefazos del MAS.
El resultado del ejercicio fue demoledor. Hubo escasa repercusión en los circulos políticos y, ¡vaya paradoja!, en los medios de comunicación. Como si esto no fuera suficiente, pude evidenciar una indiferencia casi generalizada en mis círculos de amigos y de trabajo, en los que percibí no solo indiferencia frente al hecho, sino también opiniones justificando ese no me importismo. El argumento más común en este último caso fue el de “todos los medios están en crisis”, seguido del ya conocido “nada puedo (o quiero) hacer” para evitarlo.
¿Será que solo a un puñado de periodistas y a un sector marginal de la sociedad le afecta o le alarma el hecho de que el partido de gobierno avance a ritmo acelerado en su plan de control de medios de comunicación y a través de éste, controlar y restringir las libertades de prensa, de expresión y de pensamiento? Confieso que constatar esa indiferencia fue un golpe muy duro, no solo porque soy periodista, sino porque además soy una ciudadana convencida del rol fundamental que cumplen los medios de comunicación y la prensa para la vigencia de la democracia, aun siendo imperfecta.
El resultado de ese ejercicio me llevó inevitablemente a profundizar y ampliar mi reflexión sobre esa indiferencia casi generalizada frente a la toma de Los Tiempos por el grupo afín al gobierno, resultado además de una presión indisimulada por parte de quien fue hasta hace poco socio minoritario en la Editorial Canelas. Una presión que impidió a los dueños mayoritarios de la Editorial resolver la crisis económica que arrastraba desde hace un par de años, similar a la que enfrentó Página Siete, diario que tuvo que cerrar definitivamente.
Indiferencia que se repite en otros ámbitos, como el visto cada vez con más asiduidad ante hechos de corrupción, criminalidad de todo tipo y abuso de poder del gobierno central. Una indiferencia generalizada resultado de la normalización de esos hechos nefastos, que solo beneficia al proyecto político antidemocrático que impulsa sin pausa (y sin freno) este y los anteriores gobiernos del MAS. Acá se ajusta perfectamente lo dicho en 2019 por un religioso colombiano, Monseñor Daniel Delgado: “La indiferencia es amiga del enemigo”.
Una máxima desconocida por omisión y comisión, habrá que decir, de parte de quienes no son capaces de superar ese “estado extraño e innatural en el cual las líneas entre la luz y la oscuridad, el anochecer y el amanecer, el crimen y el castigo, la crueldad y la compasión, el bien y el mal se funden”, como lo detalla otro colombiano, el psiconalista José Fernando Velásquez, en un interesante artículo publicado en la Revista Virtualia, en su edición de octubre/noviembre de 2008, citando el testimonio del escritor rumano Elie Wiesel.
Por eso habrá que decir que, más allá de la indiferencia demostrada frente a lo ocurrido con Editorial Canelas y en especial con Los Tiempos, lo que preocupa y debiera alarmarnos es la manifestación de esa indiferencia frente a muchos otros hechos que minan cada vez más a esta democracia, ya débil e imperfecta de la que aún gozamos. Como ya lo dijo la psicóloga Victoria Lacalle: urge “sensibilizar a esta parte dormida de la sociedad (los indiferentes) para que tomen la decisión de dejar de ser cómplices del sufrimiento que genera su actitud en millones” de ciudadanos, en todas partes del mundo.