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MAGGY TALAVERA
Desde hace varios meses -hasta podríamos decir, un par de años- viene sonando la palabra “unidad” en diferentes ámbitos en los que se analiza y discute la situación política del país. Unidad de las fuerzas políticas que se dicen contrarias al proyecto político que impulsa el MAS, al mando del gobierno central desde diecisiete años. Unidad que reclaman también muchas voces desde la sociedad civil, opuestas al ejercicio autoritario del poder del que ha hecho gala el MAS desde los tiempos de Evo Morales, hasta el actual de Luis Arce.
La palabra volvió a sonar con fuerza el lunes pasado en el cierre del discurso que pronunció el presidente del Comité pro Santa Cruz, Fernando Larach, luego de presentar el proyecto “Santa Cruz y su relación con el Estado”, resultado de ocho meses de trabajo para cumplir con uno de los mandatos del Cabildo realizado el 13 de noviembre de 2022, a los pies del Cristo Redentor, en la capital cruceña. No voy a entrar en detalles del Proyecto, como el del minucioso recuento de leyes y decretos a ser anulados, porque frenan las autonomías.
Me voy a quedar con el desafío propuesto por Larach al final de su discurso, “alcanzar la unidad de las fuerzas democráticas (…) y un proyecto único, cohesionador y fortalecido”, capaz de superar y vencer al proyecto político del MAS. El convencimiento es que sin lograr esa meta, un cambio de gobierno, será muy difícil, sino imposible, avanzar en el proyecto cruceño surgido del Cabildo del año pasado. No hay duda que el freno principal para liberar a las autonomías secuestradas ha estado y está en el gobierno hiper-centralizado del MAS.
Mientras el MAS esté al mando del país, no habrá autonomía posible, por mucho que esta esté contemplada en la actual Constitución Política del Estado. Menos posible será aun avanzar en el nuevo proyecto propuesto por el Comité pro Santa Cruz, que contempla la abrogación de más de cuarenta disposiciones vigentes, entre leyes y decretos, y la reforma parcial de la Constitución para ampliar las competencias exclusivas de las gobernaciones departamentales y de los gobiernos municipales.
Nada que ya no se sepa, dan ganas de decir, a la par de reconocer que sobran diagnósticos sobre esa realidad que data de hace casi dos décadas. Como también sobran los llamados a la unidad de esas fuerzas que se dicen democráticas y opuestas al MAS, a los que estas hacen oídos sordos, también desde hace más de una década. ¿Cuántas veces hemos oído decir o reclamado el fin del caudillismo, las mezquindades y las pretensiones personales, a los que aludió también Larach al final de su discurso? Cientos, miles de veces, y sin éxito.
La pregunta que merece una respuesta inmediata y urgente es por qué esas voces, todos esos reclamos, no son escuchados por esas fuerzas que dicen ser contrarias al MAS. Y solo se me ocurre una respuesta: porque en los hechos, que superan a las promesas o palabras, no hay convicción, coherencia, ni compromiso con la lucha por democracia y libertad. Una evidencia cada vez más notoria, a la que habrá que reconocer, admitir y estar dipuestos a combatir, hasta revertirla. Tarea para la casa. O mejor dicho, para comenzar por casa.
A comenzar por casa, sí, sobre todo si partimos por la realidad que vive hoy Santa Cruz, nada menos que el departamento desde donde surge una nueva propuesta que replantea su relación con el Estado -una relación tóxica, a decir de Larach-, pero a la que tendrá que ser capaz de anteponer una tarea mucho más urgente, como es la de recomponer el tejido institucional tan venido a menos en los últimos años. Y no apenas por culpa del MAS, sino también por la irresponsabilidad y pérdida de visión y compromiso de más de un cruceñazo.
Mientras no se resuelvan los entuertos que hoy complican y ponen en riesgo no solo la administración o conducción del Gobierno Deparrtamental de Santa Cruz, sino también la de los gobiernos municipales, será imposible avanzar en ese ideal de unidad de las fuerzas democráticas, a nivel nacional. Unos entuertos que amenazan multiplicarse y ser mucho más complejos en este anticipado proceso electoral, marcado ahora por el inicio de una ruta que conduce al revocatorio del alcalde de la capital cruceña.
Ese proceso revocatorio será una prueba de fuego para Santa Cruz, con repercusión a nivel nacional. ¿Será posible que esas fuerzas democráticas, hoy fraccionadas y dispersas, sean capaces de responder a los reiterados llamados a la unidad para consolidar un frente único capaz de vencer a Fernández y elegir otro alcalde o alcaldesa? ¿O tendremos que enfrentar una multiplicidad de candidatos de oposición, en este caso a la UCS (casada con el MAS), extremo que solo será de beneficio para los oficialismos local y nacional?
Repito. La tarea urgente ahora es comenzar por casa para lograr la tan esperada unidad, y entre las urgencias está en primerísimo lugar resolver y superar la grave crisis que enfrenta la Gobernación de Santa Cruz. Sin unidad y cohesión en el gobierno departamental, no será posible avanzar en esa otra unidad mayor, de alcance nacional. Un reto que se plantea a la vez el propio partido del gobierno, el MAS, hoy también dividido en dos y confrontado a un nivel inimaginado. Pero esta es ya otra historia.