.
HUGO BALDERRAMA
Avionetas con matrículas bolivianas capturadas con cargamento de drogas en países vecinos, oficiales de alta graduación de la Policía Boliviana implicados en el robo de vehículos y el narcotráfico, y una opinión pública que confía más en las palabras del narcotraficante más buscado del mundo (Sebastián Marset) que en las del gobierno nacional son las características más visibles del grado de descomposición y putrefacción que alcanzó ese proyecto llamado: Estado Plurinacional de Bolivia.
Sin embargo, estos rasgos repulsivos no son una desviación de una noble causa, sino consecuencias directas de su aplicación, pues el Estado Plurinacional no es más que un componente de la franquicia delincuencial del Foro de Sao Paulo, también llamado Socialismo del Siglo 21 y castrochavismo.
Sucede que ni la alternancia en el poder, menos el respeto a las instituciones democráticas y tampoco las libertades individuales son compatibles con el Estado Plurinacional, ya que sus métodos naturales son la violencia y la coerción, en unas ocasiones mediante el terrorismo de Estado, en otras usando pandillas para generar sangre en las calles.
Obviamente, toda esa logística requiere un colchón financiero, dinero que sale de las arcas del narcotráfico. Al respecto, Nicolás Márquez, en su libro: El impostor, afirma lo siguiente:
Apañado por el siempre desacertado progresismo trasnacional, Morales supo escenificar en su país una colorida comparsa «originaria», consistente en remplazar la figurita del guerrillero guevarista por la del cocalero incomprendido, supliendo la soflama marxista por la indigenista, y permutando el acento moscovita por el caraqueño. ¿Cómo se financia esta imaginativa mutación ambiental?; pues sustituyendo los rublos de la KGB por los narcodólares de la cocaína.
Sin embargo, esta simbiosis no resultaría beneficiosa si antes los peces gordos no aseguran sus «inversiones» con buenos acuerdos con el Estado. Esa es la razón fundamental para que Bolivia se haya convertido en el Disneyland de los cárteles de toda la región.
Diferentes centros de investigación especializados en crimen transnacional, pero en especial el grupo Insight Crime, afirman que lo acontecido con Sebastián Marset es la muestra más visible del grado de penetración que los cárteles tienen en las frágiles instituciones estatales, pues el capo de la droga contaba con documentación boliviana otorgada por gente de confianza de Evo Morales, incluso en su fuga fue ayudado por altos mandos policiales.
Además, la estadía de Marset en la capital cruceña también responde a otras razones. Santa Cruz se ha convertido en el centro neurálgico en las operaciones del Primer Comando Capital (PCC). La droga es producida en la región de Chapare, luego es acopiada en Santa Cruz, desde donde se introduce ilegalmente a Brasil o Paraguay para ser exportada a Europa, Asía y África. La Secretaría Nacional Antidrogas de Paraguay (Senad) señaló que Marset lideraba toda la cadena, incluido el lavado de activos en complicidad con empresarios paraguayos.
En la década de los 40, Friedrich Hayek publicó un magnífico libro titulado: Camino de servidumbre, en el capitulo 10 decía lo siguiente:
De la misma manera que el gobernante democrático que se dispone a planificar la vida económica tendrá pronto que enfrentarse con la alternativa de asumir poderes dictatoriales o abandonar sus planes, así el dictador totalitario pronto tendrá que elegir entre prescindir de la moral ordinaria o fracasar. Esta es la razón de que los faltos de escrúpulos y los aventureros tengan más probabilidades de éxito en una sociedad que tiende hacia el totalitarismo, pues son estos los encargados de realizar todas las maldades imaginables.
Es evidente que El socialismo del siglo 21 o castrochavismo es el disfraz político del crimen transnacional. Es la fachada para cometer delitos con impunidad y usando los mecanismos del Estado para encubrirlos. Es la sustitución de la política por la violencia y el terrorismo.