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RODOLFO FAGGIONI
En el mundo, más de mil millones de seres humanos viven en condiciones de extrema pobreza. Una de cada tres personas rurales en los países en desarrollo sufre del tormento diario del hambre. Son pequeños agricultores marginales, pastores, pescadores, nómadas, indígenas, artesanos y comerciantes ambulantes. Muchos de ellos carecen de tierra. A todos ellos les faltan los recursos, la educación, los conocimientos técnicos y el capital para poder escapar a su destino. Los pobres rurales se encuentran en todas las partes del mundo. Si bien en su mayoría viven en Asia, Africa y América Latina, la pobreza como porcentaje de la población tiene mayor incidencia en el Sur del Mundo y su número sigue creciendo. Hoy en día existe un 40% más pobres rurales que hace 30 años, si esta situación no es controlada, los pobres rurales aumentarán en 1.800 millones para el año 2024
Pero estas personas poseen un gran potencial. Representan la mayoría de los ciudadanos de muchos países en desarrollo. Pueden mejorar sus propias vidas y contribuir al bienestar nacional si se les da acceso a los recursos adecuados. La tecnología mejorada, el crédito, la seguridad de la tierra, son ejemplos de lo que se requiere.
El desafío para superar el hambre y la pobreza es asegurar que los pobres cuenten con los recursos necesario para mejorar sus propias vidas.
En los años transcurridos desde que se celebró la Conferencia Mundial de la Alimentación, las preocupaciones relativas a los suministros totales de alimentos han pasado a ser menos críticas. La producción de alimentos continuó aumentando y los precios internacionales de los productos alimentarios se han mantenido bajo control. Pero el alcance y la gravedad del hambre y la pobreza han aumentado.
El persistente aumento del hambre en un contexto de mayor producción alimentaria indica que los pobres carecen de un adecuado acceso a los alimentos. Los ricos raramente pasan hambre. Los agricultores pequeños y marginales, los campesinos sin tierra y las mujeres rurales pobres son los grupos que o no pueden producir alimentos suficientes o no ganan los ingresos indispensables para proveer a las necesidades nutricionales de la propia familia.
Las comunidades internacionales están en la obligación de reconocer que para eliminar el hambre y la pobreza, es necesario asignar en la agenda de desarrollo un lugar central. El desafío para estas comunidades internacionales es asegurar que los pobres rurales tengan acceso a los recursos que necesitan para mejorar sus propias vidas partiendo del firme propósito de que los pobres tienen un potencial sustancial para aumentar su propia capacidad productiva, que ellos tienen una clara comprensión de los problemas con que se enfrentan, que ha menudo intuyen cuáles podrían ser las soluciones si tienen la disponibilidad de recursos.
Al reconocer estas realidades, el enfoque se centra en las necesidades y capacidades de los pequeños agricultores, de los campesinos sin tierra y de las mujeres rurales. Ya sea que se trate del sector del crédito, la tecnología, la extensión o de las inversiones para riego y conservación de suelos y aguas de modo que los proyectos sean pertinentes a sus beneficiarios y plenamente accesibles a ellos.
Esta decisiva atención a la capacidad productiva de los pobres, mas bien que a sus necesidades sociales, es el aspecto principal que tienen que tomar en cuenta las instituciones internacionales. Los pobres tiene que ser vistos como clientes partícipes en la tarea de superar su pobreza.