SAYURI LOZA
Tras el lanzamiento de la película Barbie se ha pronunciado el beaterío progre que ama ufanarse en redes por tener mayor conciencia y ser “interpeladores” para así demostrar que son superiores a los demás y acumular capital social entre otros progres y ser considerados “intelectuales”.
No entiendo de esas cosas, pero quisiera compartir un poco mi historia con las barbies, porque como no pienso ser única y diferente, estoy segura de que habrá quienes se identifiquen con esas sensaciones infantiles que hemos tenido las generaciones que conocieron a la reina de las muñecas.
Desde que tengo memoria mi madre me regalaba bebés o cocinitas en Navidad, porque ella decía que de niña soñaba con tener tales juguetes. A mí los bebés me resultaban poco atractivos y jugar a ser mamá era lo mismo que jugar a ser una adulta con responsabilidades ¿Quién querría eso? Yo no. A mí me gustaba fantasear en los juegos con ser mil y una cosas divertidas.
Mamá se dio cuenta de mi descontento así que en la séptima Navidad de mi vida llegó con un aguayo cargado a la espalda y dentro había una casita de Barbie con dos cajitas más pequeñas en una bolsa de la hoy desaparecida tienda Ismar, donde se hallaban una rubia Barbie y un Ken, ambos vestidos con trajes de gala, ella con un vestido morado con falda blanca tornasol y él, con un terno blanco con pequeños botones.
Es un recuerdo imborrable de mi infancia. Siempre escucho a gente diciendo que Barbie es una muñeca sumisa y machista, banal y con una belleza inalcanzable para la mayoría de las niñas; a veces los adultos analizamos desde nuestras cabezas de adultos, llenas de ideologías y traumas que arrastramos en nuestras vidas, y olvidamos que los niños se enfocan más en jugar e imaginar.
Para ser honesta, se me pasaron rápidamente las ganas de jugar con la muñeca, pero amaba mirar esos folletos que venían en su caja, con fotografías de toda la variedad de barbies que habían salido: deportista, bailarina, hada, sirena, etc. Y en aquellos tiempos, donde a las niñas nos hacían entender que teníamos que ser madres o amas de casa, Barbie nos presentaba posibilidades ¿Y qué nos dice Heidegger al respecto? Que el ser humano es posibilidad.
Así, podías pensar en no ser la madre totalmente seria que se dedicaba a cuidar, ir al mercado y cocinar a tiempo la comida, de ahí que muchos dicen que las mujeres maduran antes que los hombres, porque desde niñas nos hacían “madurar”. Yo por eso adoraba a la Barbie sirena que se la pasaba sentada en una piedra con su cola de colores peinándose con su caracola al lado. Mi generación necesitaba eso, que a las niñas nos dijeran que en la vida no todo es seriedad y cumplir con el deber, Barbie nos ayudó a entender eso.
A partir de ahí, quiero hablar un poco sobre la foto de la niña trabajadora que se viralizó en redes porque apareció dentro de la caja de promoción de la película en un cine en Cochabamba. Aunque algunos protestaron, otros hallamos la foto inspiradora; no, no se trata de romantizar el trabajo infantil, porque no estamos alabando que trabaje, estamos alabando que su corazón no se haya desprendido de su infancia.
Mi madre solía decir que en medio de la pobreza los niños ya no son niños sino adultos pequeños que se olvidan de soñar y fantasear por pensar en ganar dinero o cuidar de los hermanos. En medio de nuestras peleas por ver quién tiene más superioridad moral, nos olvidamos que como sociedad nada hacemos por cambiar esa realidad y que en el día a día convenientemente ignoramos a esos pequeños adultos hasta que ellos mismos nos recuerdan que son niños y que no deberían estar así. Quizás por eso incomoda tanto la controvertida fotografía.