CARLOS ARMANDO CARDOZO

Hace unos días en una mis tantas esperas de rigor en la Caja de Salud, Escuche el drama de Don Iván, nombre ficticio. Una persona de lento caminar con la voz quebrada, pero con una postura estoica ante la adversidad que vivía.

Don Iván necesitaba una cirugía y a la fecha se cumplían 4 meses entre que se le practicaban estudios y la tramitología hacia su magia. La dependiente de la Caja escuchaba atenta el drama de don Iván sin embargo carecía de una solución para él. “Espéreme don Iván lo vamos a poner en contacto con otra área para que nos digan que se puede hacer”.

En lo que se ausentaba, cruzamos miradas y como si se tratará de una invitación, Don Iván volvió a narrar su periplo para hacer valer su seguro médico. Me comento que no solo padece de la vista, también tiene problemas reumáticos y requiere de controles permanentes para mantener su delicado estado de salud en la medida de lo posible estable.

“Soy del interior” continuaba “todo el dinero que tenía guardada para la cirugía lo vengo gastando en estas diligencias” sus ojos eran sinceros, se sentía la bronca acumulada y la desesperación porque no solo el dinero se agotaba sino también sus esperanzas por seguir con vida en sus condiciones.

Finalmente recibí el “papelito” de esos que tanto abundan en este país inundado de burocracia: folios, papeles, sellos y firmas. Me despedí de don Iván y le desee mucha suerte, Don Iván a pesar de todo se despidió con solemnidad y me quedo la sensación de impotencia, por no haber podido ayudarlo, más que ser un muro de los lamentos y acompañarlo algunos minutos en la elocución de sus desventuras Don Iván seguía con el problema latente.

Posterior a mi encuentro con dignísimo señor me puso a reflexionar, ¿cuántos Don Iván habrá en Bolivia? porque si un afiliado asegurado sufre esas desventuras, la indiferencia y la total falta de humanidad y decoro para con la vida de terceros. Las Cajas de Salud, otro “logro” de la salud pública atienden mal, tarde o nunca, se constituyen en una obligación por trabajador formal sin embargo el servicio no responde a las expectativas de sus beneficiarios.

Si las Cajas de Salud se ensañan con las personas de la tercera edad mientras médicos, enfermeras y el vasto personal administrativo libran batallas épicas contra la injerencia política, mientras el paciente se encuentra en el fuego cruzado sin resolver sus problemas de salud.

Don Iván había acudido a cuenta instancia le sugirieron y nada parecía cambiar. ¿Qué tan humana es la salud pública en Bolivia? Tan humana que don Iván estaba decidido a acudir a los medios de comunicación para ejercer presión dado que su cuerpo simplemente no podía con más viajes, caminatas y esperas interminables sin obtener una solución satisfactoria.

¿Por qué los afiliados aguantan en silencio mientras sus aportes son administrados de una forma nefasta que los obliga a hacer largas colas por atención, esperar meses para programar una cirugía, peregrinar por médicos especialistas en otros hospitales sumándose a otro ejercito de pacientes sin atención, conformarse con los profesionales mediocres que aún dan consulta cuando miles de médicos de diferentes especialidades son expulsados del país porque simplemente no se los valora? La respuesta es sencilla: Conformismo, el Estado ha bajado tanto el estándar de calidad de servicio de salud que debemos considerarnos afortunados de contar con una Caja, por lo menos el maltrata viene acompañado de atención.

La salud es una mercancía económica, como tal puede ser ofertada en el mercado. Ustedes como clientes tienen el derecho de buscar la mejor atención posible en función a su capacidad de pago. Basta de conformarse con las 3 o 4 cajas de salud que disputan quien tiene el peor trato hacia sus pacientes. El momento que entendamos esa gran verdad, la salud se modernizará, será inmune a la política, progresará con profesionales jóvenes motivados que compitan para demostrar sus capacidades y sobre todos nosotros, los pacientes, tendremos un verdadero servicio de salud digno.

Don Iván ojalá encuentre respuestas a su pedido, espero hacer eco de su tragedia y evitarles el mismo suplicio a los desventurados afiliados a las diferentes Cajas de Salud en Bolivia.

CARLOS ARMANDO CARDOZO LOZADA

Economista, Máster en Desarrollo Sostenible y Cambio Climático, Presidente de la Fundación Lozanía

*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21