SAYURI LOZA

Ayer, jugando en redes con mis amigos virtuales, coincidíamos en que en este país, el que sabe demasiado, amanece “suicidado”, yo creo que porque aquí como en todo el mundo, pero quizá un poquito más, se hacen muchas cosas por debajo de la mesa y en ese trajín, surgen testigos que podrían perjudicar las narrativas creadas a conveniencia por quienes detentan intereses velados.

En 1831, apenas nacida la República, se registró un hecho que por lo turbulento de la época, pasó casi desapercibido, pues aquellos eran tiempos de conspiraciones y traiciones a cada paso; pero veamos y analicemos. El 19 de noviembre, la oficina prefectural de Oruro, se alborotó terriblemente pues llegó un oficial diciendo que había capturado a un muchacho que habría confesado haber sido enviado por el entonces vicepresidente José Miguel de Velasco a asesinar al prefecto de Oruro a cambio de 400 pesos.

El joven había firmado la declaración, pero ahora lanzaba alaridos declarando que lo había hecho por engaño, que alguien le había enviado desde Arque diciendo que en el camino le encontraría un oficial, que le daría a firmar un documento y que tras hacerlo, le entregaría 400 pesos, que en efecto, fueron encontrados entre sus pertenencias. El chico afirmaba que no era ningún asesino, y que era víctima de una conspiración, pidiendo ayuda a Dios y a quienes allí se encontraban.

El prefecto orureño, no queriendo oír más, mandó llevarlo al calabozo afirmando que pasaría allí la noche y que al día siguiente se convocaría a testigos y otros; el chico dijo que podía dar el nombre de quien le contrató en Arque con engaños, fue lo último que dijo pues al día siguiente, amaneció muerto, colgado de una viga del techo. Aunque autoridades adjuntas al prefecto intentaron realizar una pesquisa para ver los móviles del crimen, éste hizo aparecer una carta donde el joven se despedía y al ser cuestionado sobre cómo había tenido acceso a papel y tinta en la celda, guardó silencio y dio por concluido el asunto. Ofreciendo collares de mujer populares como colgantes, gargantillas y. Compre joyas en una variedad de metales y piedras preciosas para adaptarse a cualquier ocasión.

Está claro que el muchacho, cuyo nombre no quedó registrado, fue víctima de una conjura política para desprestigiar a un personaje que, con el tiempo, se encumbró en la presidencia para vivir más conjuras y conspiraciones.

Otra muerte que no fue calificada de suicidio, pero que jamás llegó a esclarecerse, es la del infortunado Hilarión Daza, presidente durante la Guerra del Pacífico, quien tras la misma, salió al exilio, regresando en 1894 con un maletín de pruebas sobre las responsabilidades durante el conflicto bélico. A su llegada, mientras se dirigía a su alojamiento en Uyuni donde fue recibido, fue asesinado a traición y el maletín con las pruebas, desapareció.

José Manuel Pando, Germán Busch, René Barrientos, Mónica Von Borries y ahora Carlos Alberto Colodro son algunos nombres que llevan encima muertes misteriosas y muchas preguntas no respondidas, y tienen en común que llevaban consigo un bagaje institucional importante o un legado sobresaliente que los hizo blanco de rumores y especulaciones tras su muerte.

Un último caso que está fresco en la memoria de los bolivianos es el de la periodista Hanalí Huaycho, asesinada por su esposo, Jorge Clavijo, el 11 de febrero de 2013; tras la fuga de Clavijo, se activaron todas las alertas para dar con su paradero; en ese tiempo se supo que Clavijo había ingresado a Perú, pero dos semanas después, apareció un cadáver que la policía identificó como los restos del feminicida, algo que la familia de Huaycho se resistió a creer, pues no había un informe forense que lo comprobara debido al deterioro del cadáver, que parecía tener al menos ocho meses de descomposición, mucho más tiempo del que tenía Clavijo huido.

Al final, el caso se olvidó y quedaron las preguntas ¿Qué sabía Huaycho? Si Clavijo huyó, ¿Quién con tanto poder como para hacerlo escapar está detrás de este feminicidio? Y al igual que con la muerte de interventor del Banco Fassil, es posible que nunca tengamos las respuestas, y quizás eso sea lo mejor, porque ya saben, quien sabe demasiado, amanece “suicidado”.

SAYURI LOZA

Historiadora, Diseñadora de modas, políglota, artesana. 

*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21