Nunca se trató de política, siempre fue crimen

HUGO BALDERRAMA

Unos días atrás, mi amiga Alicia Rubio, diputada de Madrid por VOX, me soltó una broma sobre la triste condición de Bolivia, sus palabras fueron: «Mientras en España tenemos que pagar para ver series de narcos en NETFLIX, ustedes, los bolivianos, son protagonistas directos, solamente tienen que prender el televisor y colocarlo en algún canal de TV abierta». El chascarrillo, que a un principio me pareció muy gracioso, me hizo reflexionar sobre nuestra penosa condición de narcoestado, ¿cómo llegamos a esta situación donde la policía roba vehículos en Chile y la principal línea aérea trafica con droga a Europa? Fue la interrogante que nació en mi mente, y que ahora intentaré responder, veamos.

Casi de manera paralela a la muerte de Pablo Escobar, sucedió un fenómeno que cambió el mundo del hampa, los narcotraficantes de Perú y Bolivia habían logrado independizarse del control que ejercían los peces gordos colombianos. El entonces hombre fuerte de la DEA en la región, Robert Bonner, explicaba que los narcos bolivianos habían diseñado sus propios métodos de «exportación» de cocaína, entre ellos, disfrazarla en medio de café y hortalizas.

Lo anterior, llevó al gobierno de los Estados Unidos a acelerar su guerra contra los estupefacientes, además de convocar a los gobiernos sudamericanos a realizar esfuerzos conjuntos.

En ese sentido, el 28 de octubre de 1991, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Bolivia y la Embajada de Estados Unidos anunciaron la Cumbre Antidrogas para febrero del 92.

El simple anunció de la cumbre, despertó la molestia de varios sectores de la izquierda boliviana. Gregorio Lanza, diputado por la Izquierda Unida, conglomerado de pequeños partidos marxistas de esos años, advirtió que el verdadero objetivo de la lucha contra el narcotráfico era «colonizar» Bolivia con fuerzas militares norteamericanas.

Desde luego, Lanza no fue el único en disparar advertencias apocalípticas, Miguel Urioste, figura destacada del izquierdista Movimiento Bolivia Libre, diagnosticó que todo se trataba de un mecanismo para anular la soberanía de los pueblos en su espacio aéreo.

Amable lector, observe algo, esas son las mismas narrativas que un par de años después serían utilizadas por Evo Morales, por ende, mínimamente, deberíamos hacernos dos preguntas:

1.- ¿Qué llevó a la izquierda a oponerse a la lucha contra el narcotráfico?

2.- ¿Quién dotó a un iletrado Evo Morales de las nuevas narrativas de la izquierda?

En su libro Pablo Escobar: mi vida y mi cárcel, Victoria Eugenia Henao menciona que su difunto marido siempre tuvo simpatía por los grupos de terroristas de izquierda como las FARC y el M-19. Además de mostrar las relaciones cercanas de Escobar con jefes guerrilleros como Iván Marino Ospina y Elvencio Ruiz.

De manera complementaria a lo anterior, Ayda Levy, viuda del mayor narcotraficante boliviano de los años 80, Roberto Suarez, relató que fue su marido quien introdujo en el negocio de la cocaína a Pablo Escobar y Fidel Castro. La logística «comercial» que habían diseñado seguía el siguiente esquema: 1) Suarez fabricaba la pasta base en Bolivia, 2) Escobar la cristalizaba en Colombia y 3) Castro usaba las bases cubanas para meter la droga en La Florida. La relación duró poco, especialmente, por las jugarretas de Escobar a espaldas de Fidel, pero el dictador cubano ya había descubierto que los narcodólares eran más rentables que los Rublos soviéticos. Esto nos lleva al siguiente eslabón de la cadena: El Foro de Sao Paulo.

 El Foro de Sao Paulo nace el año 90, su objetivo declarado era «analizar las consecuencias del neoliberalismo en la región». Sin embargo, el transcurso del tiempo ha puesto en evidencia su verdadera intención: legalizar el narcotráfico, pues fueron los propios Evo Morales y Gustavo Petro quienes, en su incontinencia verbal, hablaron abiertamente del tema en las asambleas de la ONU del 2016 y el 2022. Adicionalmente, a inicios de junio 2023, Armando Benedetti, quien fuera hombre fuerte del gobierno de Petro, dejó el paraguas abierto sobre el financiamiento de la campaña presidencial con dineros calientes. Pero la cosa no termina ahí, ya que María Paula Romo, exministra del interior de Ecuador, señaló que la agrupación Juventud Guevarista del Ecuador es la que orquesta el tráfico de personas entre su país y Venezuela.

Los datos nos muestran que los «gobiernos» que se adhieren al Socialismo del Siglo 21 son, en realidad, redes delincuenciales que han convertido en rehenes a los pueblos de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia. Nunca se trató de política, siempre fue crimen.

HUGO BALDERRAMA FERRUFINO

Economista, Master en Administración de Empresas y PhD. en Economía

*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21