A 25 años del terremoto que sacudió a Aiquile y Totora

Hace 25 años, un devastador terremoto sacudió las tierras de Aiquile, Totora y parte de Mizque en Cochabamba, siendo la primera la más afectada. La fatídica madrugada del 22 de mayo de 1998, quedó grabada en la memoria colectiva de sus habitantes, quienes aún hoy recuerdan con claridad la furia de la naturaleza que dejó un rastro de destrucción a su paso. Este evento sísmico no solo marcó la historia de estas localidades, también simbolizó el inicio de una época de cambios profundos en Bolivia, tanto en el ámbito social y político como de las comunicaciones.

El terremoto tuvo una magnitud de 6.8 grados en la escala de Richter. Más de un centenar de personas fallecieron, hubo 75 heridos y decenas de viviendas destruidas.

Todavía queda en la memoria de varios habitantes cómo la tierra tembló e hizo caer los techos y muros de adobe de las viviendas; y cómo la gente salió despavorida de sus casas para evitar que troncos, adobes y calaminas caigan sobre ellas.

También recuerdan cómo la comunidad internacional se solidarizó con los miles de damnificados, pero dicha cooperación jamás llegó a los pueblos afectados. Algunos funcionarios, entre ellos militares, del gobierno de Hugo Banzer Suárez se apropiaron de los alimentos, medicamentos e incluso utilizaron 2.9 millones de dólares para la compra del polémico avión Beechcraft.

TRANSFORMACIÓN

El sismo fue como una metáfora de la inestabilidad que se vivía en el país en aquel momento. Bolivia estaba sumida en una crisis económica, política y social, con tensiones y conflictos. El eveto trajo consigo la destrucción de hogares, infraestructuras y vidas, representando de manera simbólica el quiebre y la transformación que experimentaría Bolivia en la llegada del nuevo milenio.

Así como el terremoto dejó ruinas y desolación, también abrió las puertas a nuevos horizontes de comunicación. En esa época, Bolivia estaba experimentando cambios tecnológicos significativos, especialmente con la llegada del internet y la televisión por cable.

El internet trajo consigo la posibilidad de acceder a un caudal de conocimiento sin precedentes y se convirtió en una ventana al mundo exterior. La televisión por cable también tuvo un impacto significativo en la vida de las personas. La apertura hacia nuevas formas de entretenimiento e información influyó en la configuración de la identidad cultural del país.

Las manifestaciones culturales populares cobraron un papel relevante en la vida de las comunidades afectadas por el terremoto. Las danzas tradicionales, las festividades y las expresiones artísticas se convirtieron en una forma de resistencia y de reconstrucción del tejido social, teniendo como ejemplos el Festival Nacional del Charango en Aiquile y el Festipiano en Totora. Estas manifestaciones, arraigadas en la identidad cultural boliviana, fueron un símbolo de esperanza y fortaleza frente a la adversidad.

El terremoto no solo representó una tragedia, sino también un catalizador para el renacimiento y la reinvención de Aiquile, Totora, Mizque y de Bolivia en general. Las lecciones aprendidas de aquel desastre natural llevaron a una mayor conciencia sobre la importancia de la preparación y la gestión de riesgos, lo que se reflejó en mejoras en la infraestructura y en los sistemas de alerta temprana en todo el país. El espíritu resiliente de las comunidades se convirtió en una inspiración para el resto de Bolivia, un recordatorio de la capacidad humana de adaptarse y superar las adversidades.

El sismo y su impacto simbólico ilustran la capacidad de transformación y renovación que caracteriza a Bolivia y a su pueblo, quienes han sabido reconstruirse y abrirse a un futuro lleno de posibilidades.

Hoy, los pueblos afectados restauraron los daños. La actividad de los pobladores volvió a la normalidad, pero, jamás olvidarán la madrugada del 22 de mayo de 1998 cuando la tierra tembló.

//FUENTE: DIARIO OPINIÓN//