Excélsior… ¡y que vengan cien más!

IGNACIO VERA

Todo comenzó durante la mañana del 23 de octubre de 1884. Eliodoro Villazón, joven embajador de Bolivia en Francia (quien varios años después sería un presidente liberal de perfil bajo y discreto y, quizás por esto, infravalorado en la historia), vestido de frac y sombrero de copa, descendió de una berlina y se aproximó a la Casa Generalicia de los Hermanos de las Escuelas Cristianas para entrevistarse con el hermano superior general y pedirle que se creara en su país, Bolivia, una normal para la formación de maestros con el auspicio de la comunidad de La Salle… Sin embargo, tendrían que transcurrir todavía varios lustros para que ese primer intento se materializara: la llegada de los hermanos de La Salle a Bolivia se hizo esperar hasta los años 20 del siguiente siglo, luego de la caída del partido político de aquel joven y visionario político de treinta y seis años que había realizado las primeras gestiones.

Hace ya casi un año (en junio de 2022) anuncié en este mismo espacio la realización de un libro que recogería la historia del colegio del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas en la ciudad del Illimani, obra que, gracias a la diligencia del hermano José Diez de Medina, director de La Salle, y por la gracia de Yavé, ya se ha consumado. El día sábado 13 de mayo fue su presentación, la cual se hizo en el teatro del colegio, con los comentarios a cargo de los historiadores Robert Brockmann y Jorge Abastoflor.

La historia de La Salle en La Paz puede decir tanto como la de una gran universidad o la de un gran partido político, ya que está profundamente relacionada con la historia de la educación boliviana e incluso con la historia general del país. Para realizar la crónica de estas diez décadas, husmeé papeles viejos rezumantes de olor de vainilla y hablé con personas de diferentes generaciones: un exalumno de la misma edad de La Salle (cien años) residente en Huston y un nene de kínder de algo más de un lustro de vida, por ejemplo. Escribí contra reloj, tuve que ir hasta Buenos Aires y de allí hasta Córdoba, digitalicé varios de los documentos que están resguardados en el archivo del colegio y revisé aburridas nóminas de profesores, administrativos y alumnos, año tras año… Debo decir que lo más apasionante fue reconstruir la primera parte de la historia de La Salle, íntimamente relacionada con la política de esos años liberales, republicanos y de socialismo militar pos guerra del Chaco.

Fue el antiguo Hospital de Mujeres la primera construcción que acogió a los hermanos y sus alumnos. Luego, el vetusto edificio se demolió y a fines de los años 30 se levantó el moderno inmueble de hormigón armado de la calle Loayza, que hoy acoge a la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la UMSA, y finalmente el colegio se trasladó a la bucólica finca de más de siete hectáreas de La Florida, con laguna, bosquecillo y praderas, donde hoy todavía funciona. ¿Qué dirían Bautista Saavedra, José Luis Tejada Sorzano, Daniel Salamanca, Mamerto Urriolagoitia, Simón I. Patiño y otros tantos hombres públicos de la primera mitad del siglo XX que, según las notas y cartas que se preservan hasta hoy en el archivo, profesaron admiración por La Salle si vieran hasta dónde ha llegado la obra del colegio? ¿Qué hubiese dicho el poeta Longfellow si hubiera sabido que el título de su gran poema sería adoptado por un puñado de noveles periodistas de un colegio de La Paz para darle nombre a su medio periodístico?

En La Salle dieron sus primeros pasos y frutos intelectuales personajes de la cultura, las letras y la política tales como Mariano Baptista Gumucio, Gastón Araoz Levy, Huáscar Cajías Kauffmann, José Fellmann Velarde, Luis Antezana Ergueta y Gustavo Riveros Tejada… Pero en las épocas más actuales también podemos hallar exalumnos que están descollando en otros ámbitos —como la empresa o la medicina—, varios de ellos hoy fuera de las fronteras del país. Empero, personalmente pienso que lo que cultiva La Salle en el espíritu de sus estudiantes, más que erudición o habilidades científicas o artísticas, son valores que orientan la vida de un ciudadano y le dan un norte: puntualidad, higiene, sentido de cuidado medioambiental, ética cristiana.

Ante la mirada atenta del icónico monte nevado de tres picos, acurrucada por el Valle de las Ánimas, flanqueada por los cerros rojizos de la entrada de Río Abajo, entre montañas bajas y apartada del bullicio del centro paceño, la finca de La Florida hoy sigue dando al país y, por qué no, al mundo entero hombres y mujeres listos para enfrentar los problemas del devenir. Hoy La Salle cumple cien años, y eso no se cumple siempre. Pero este no es el final: ¡ahora que vengan cien más!

IGNACIO VERA DE RADA 

Politólogo y docente universitario

*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21