Desaparece el espejismo boliviano

HUGO BALDERRAMA

Bolivia sería un país desapercibido en el contexto internacional de no ser por nuestro historial de narcotráfico, delincuencia, corrupción y crisis económicas. Sin embargo, a partir del 2006, las calles bolivianas se llenaban de edificios suntuosos, carros del año y otros lujos. En los medios internacionales se empezó a hablar de un «indígena» gestionando un milagro económico en una pequeña nación andina. Sin embargo, ¿todo eso era cierto o se trataba, tan sólo, de una entelequia?

En mayo 2006, Evo Morales y sus bandoleros toman por la fuerza toda la cadena productiva gasífera de Bolivia. Como es de costumbre en estos casos, aparecieron los entusiastas de la vieja izquierda a aplaudir las bravuconadas del cocalero. Para ese momento los precios de los hidrocarburos, por ende, del gas, ya habían alcanzado cotizaciones inéditas. Es decir, Morales se había apropiado de una enorme fuente de recursos. Obviamente, eso le dio la oportunidad de dilapidar dinero en construcciones inservibles, La Villa Olímpica en Cochabamba, por citar un caso, y en comprar conciencias de empresarios, periodistas y un largo etcétera.

Ese modelo de gasto irracional empezó a mostrar signos de agotamiento el 2014, época en que todos festejaban el aparente milagro. Sin embargo, el gobierno del «pueblo» no estaba dispuesto a parar el derroche, había que seguir manteniendo las apariencias de éxito. Entonces, tuvieron dos «brillantes» ideas: a) prestarse todo el dinero sea posible, y b) estimular el crédito mediante una rebaja artificial de los tipos de interés.

Con esa gran cantidad de dinero circulando en la economía era normal que los precios de los bienes suban, entre ellos, las viviendas. Pero el gobierno no lo llamó inflación, sino «auge», en parte apoyado por los errores conceptuales de las corrientes económicas del mainstream.

Note la idiotez de esos cálculos, si el pan sube 20 centavos gritan inflación, pero si las viviendas se incrementan hasta en un 50% le llaman «auge». Esos trucos publicitarios le sirvieron para mantenerse una década más en el poder.

Empero, justo cuando Arce Catacora y su lugarteniente Marcelo Montenegro presumían sus grandes logros, la economía boliviana empieza a desmoronarse por la falta de combustibles y dólares.

El gobierno intentó convencernos de que todo estaba de maravilla. Hasta que, el domingo 27 de febrero, Reynaldo Yujra, el titular de la ASFI, con la típica actitud de un rufián, amenazó con el inicio de procesos penales a quienes hablen del tema. Por suerte, nadie tomó con seriedad a Yujra, la demanda de dólares creció con el pasar de los días y el tipo de cambio de 6.96, por lo menos en el mercado paralelo, ya es cosa del pasado.

Respecto al futuro del país, Mauricio Ríos García, economista y asesor de inversiones, en un artículo titulado: Recrudece la pugna entre Arce y Morales en medio de la crisis económica en Bolivia, menciona lo siguiente:

  • Si acaso el público termina perdiendo la confianza en la moneda nacional y la capacidad del Gobierno de Arce para encarar el creciente caos, y si además una serie de devaluaciones como las de Siles Zuazo entre 1982 y 1985 (la última de un 40%, mejor conocida como la “desdolarización”) marcan el futuro próximo de Arce, como parece ser cada día más probable, entonces solamente le restaría la renuncia y la convocatoria anticipada de elecciones.

Hay un viejo refrán que dice: «Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo». Esto es, justamente, lo que sucede en Bolivia. Pues la dictadura ya no puede sostener ni su apariencia de democracia ni la mentira de la economía estable. Se vienen tiempos oscuros en Bolivia.

HUGO BALDERRAMA FERRUFINO

Economista, Master en Administración de Empresas y PhD. en Economía

*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21