División definitiva e irreversible del MAS

LUIS ANTEZANA

Circulan innumerables e insistentes opiniones en torno a la división y decadencia del MAS, tienda de gobierno que maneja las riendas del Estado por más de 15 años, pero que ahora se encuentra en el crepúsculo de su existencia, y no por apreciaciones de la oposición, sino por declaraciones y observaciones de los propios gerentes del partido oficial y analistas de fuste, sobre hechos de magnitud visibles a simple vista.

Esas versiones, generalmente subjetivas, se las lleva el viento, pero hay otras que tienen bases más materiales que confirman el contagio virulento de la desintegración del partido de Evo Morales, que revelan que algo huele mal en la mampostería de este partido, que superó algunas veces difíciles avatares.

En efecto, desde el punto de vista de diversos sectores sociales, el MAS que giraba en torno a Evo Morales, era un organismo férreamente unido en todos los sectores, unidad que, por supuesto, giraba en torno a grandes objetivos históricos del desarrollo de la sociedad boliviana.

Pero, pasado algún tiempo, esos sectores neutralizaron su actitud radical y entonces vino una etapa de enfriamiento, al observar que las necesidades propias de la base social no eran atendidas y, más bien, habían quedado en el olvido. Fue entonces que empezó la crisis del MAS y su descomposición, por lo demás, inevitable.

El mismo MAS cometió errores de consideración al aprobar, por ejemplo, medidas contra los campesinos e indígenas que eran la primera fuerza de apoyo a este conjunto partidario. Ese sector social nativo no podía entender cómo un gobierno que se consideraba indígena, dictaba medidas contra los indígenas y no medidas pequeñas sino de gran importancia, como arrebatarles el derecho de propiedad, prohibiéndoles vender su tierra, y nada menos que por vía constitucional.

Esos antecedentes determinaron que los movimientos sociales se alejen del MAS e inclusive se pasen a la oposición, como en noviembre de 2019, y ahora todo ese problema se refleje en la parcelación del partido, otrora unido monolíticamente. No son, pues, caprichos, deseos o actos de “traición” los que dividen al MAS, sino asuntos estructurales, como ocurrió en el pasado con otros partidos que fueron derrocados por fuerzas de su propio partido, al que no pudieron desestabilizarlo grandes fuerzas internacionales ni internas.

Por esos aspectos objetivos, la división es inevitable y cuanto más se hable de traidores y se pida unidad, más profunda va a ser la fragmentación de esta tienda partidaria que, en esa forma, cumplió su ciclo gobernante.

LUIS ANTEZANA ERGUETA

Escritor e Historiador

*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21