ESTEBAN EDUARDO BURGOA

Hace algunas semanas, me encontré leyendo un artículo sobre como los impuestos pueden ser instrumentos para guiar el consumo y las buenas prácticas de la población, el autor justificaba el sistema impositivo y los altos gravámenes que sufren sectores de la industria, como, por ejemplo, el de las bebidas alcohólicas.

Según el informe anual de sistemas impositivos realizado por la fundación: “1841 Foundation”, Bolivia es el séptimo infierno fiscal de mundo, solo por detrás de países como Venezuela, Argentina, Nicaragua, Rusia, etc. Esto quiere decir que, nuestra nación cuenta con uno de los sistemas impositivos más depredadores y acaparadores del globo, sin duda alguna esta es una de las muchas razones del porque es tan difícil la innovación y la generación de empleos en este país.

Por otro lado, el estado en su titánico esfuerzo de “guiarnos por el buen camino”, cual pastor a sus ovejas, impone a la industria cervecera una carga impositiva realmente importante, para ejemplificar la cuestión podemos hacer notar el hecho de que por cada latita de cerveza de 10 Bs que consumimos, 6 Bs van a parar a los bolsillos del fisco, esto quiere decir que solo van a parar 4 Bs a la cadena de valor, es decir: salarios, materia prima, trasporte, inversiones, etc., que hacen el esfuerzo que hace posible llevar este producto al mercado, con seguridad es este uno de los motivos en el que Impuestos Nacionales demuestra una eficiencia envidiable, que desearíamos se hiciera presente en otras instituciones gubernamentales como la seguridad, la educación y la salud.

Esta cuestión no es solo de índole económica, sino principalmente moral, veo con preocupación que aquellos que trabajan en el estado consideran que conocen mejor que nosotros mismos lo que es más conveniente para cada individuo en su vida privada, después de todo: ¿No somos adultos libres y con la capacidad de decidir sobre nuestro propio bienestar?, sinceramente considero un poco sínico el creer que los gobernantes piensen que “sus buenas intenciones” sean un justificante para llevarse una considerable tajada del resultado del esfuerzo del trabajo de cada individuo.

En conclusión, debemos preguntarnos si el hecho de obligar a las personas a realizar actos virtuosos ¿Hará que las personas sean virtuosas?, personalmente creo que no, para que alguien tome decisiones correctas es necesario que tenga como opción la capacidad de tomar decisiones incorrectas, la virtud y la madurez radican en la capacidad de elección, y no en la imposición de prácticas coercitivas por los “iluminados” que consideran que pueden y deben decidir por nosotros.

ESTEBAN EDUARDO BURGOA CARDOZO

Director Ejecutivo y Organizacional Parteaguas. Economista.

*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21