ERICK FAJARDO
Mientras EEUU atraviesa una intensa crisis de confianza institucional, en cuyo centro se hallan su sistema político y sus medios de comunicación, tres estudios estadísticos revelan que el periodismo – sea escrito o televisivo – aparece como la segunda institución con menos credibilidad; que el desempeño de sus reporteros es percibido “poco profesional”; y que, aunque la prensa desdeñe las críticas, los estadounidenses califican su cobertura de “escasamente equilibrada”.
Entre el 1 y el 20 de junio de 2022 Gallup le preguntó a los norteamericanos cuáles eran sus instituciones más y menos confiables, hallando que periódicos y telenoticieros son menos creíbles que nunca. Seis meses antes, una consulta previa de la misma firma halló una “percepción generalizada de improbidad” sobre el periodismo, que hoy ocupa la penúltima posición entre 16 entidades evaluadas; apenas por delante del Congreso, calificada como la última y menos fidedigna de las instituciones estadounidenses.
La referida “Encuesta anual de Confianza institucional”, que monitorea el sentimiento público sobre los periódicos desde 1973 y noticieros televisivos desde 1993, confirmó la lectura de la “Encuesta anual de honestidad y ética profesional” que en diciembre de 2021 ya advertía que “escasos americanos” calificaban a los reporteros de diarios y TV como “idóneamente éticos”.
Paralelamente, los resultados de otro estudio del Pew Research Center confirman que la poca credibilidad de la prensa contrasta con su actitud de rechazo a la expectativa social de mayor equidad en la cobertura de los hechos. El estudio, conducido entre febrero 16 y marzo 17 de 2022, encuestó a 11,889 periodistas de los cuales apenas 44 por ciento dijo creer que se debe otorgar igual cobertura a parte y contraparte, frente a un 76 por ciento de ciudadanos que reclaman mayor equilibrio informativo.
En un año electoral en que los americanos descubrieron que su gobierno intentaba regular la información desde su Departamento de Régimen Interior; que su Congreso creó el equivalente del Comité de Salvación Pública francés para judicializar a miles por la poblada de enero de 2021; y que los tecno-oligarcas de las redes sociales practicaron una censura sistémica que violó la Primera Enmienda durante la pandemia y las Elecciones 2020, la demanda de equidad en la cobertura de prensa es apenas una reacción de sentido común de una sociedad que quiere volver a escuchar ambos lados de la historia para asumir decisiones.
Pero los periodistas, al menos cerca de la mitad de los once mil encuestados por el Pew Center, no comparten el sentir de los encuestados. Abjurando del voto de ofrecer la visión más comprehensiva y desapasionada posible en la reelaboración de la realidad, el periodismo americano abraza la idea de que su rol va más allá: A ser custodios de “la verdad”, entidad mitológica que ni Borges ni JK Rowling tuvieron la pretensión de capturar en sus bestiarios.
Las instituciones son, en esencia, entidades imaginadas que existen en el marco de construcciones retóricas estructurantes, lo que aplica para la nación, la etnicidad y la ciudadanía, pero también para elites, logias y feligresías como el periodismo americano, que abjuró de la ciencia para convertirse en otra doctrina alto modernista más que busca no los hechos sino la verdad; en otra fe religiosa de optimismo acientífico y escaso sentido autocrítico sobre las posibilidades de alcanzar su propia utopía de una sociedad organizada sobre la conformidad con su dogma: Nuestra verdad es la única verdad a ser difundida.
Reseñas sin fin en el Post y el Times e interminables minutos en CNN dedicados al Comité Congresal que judicializa a miles de americanos por sedición son viralizados incansablemente por Twitter y Meta, mientras ese mismo poder silencia y margina de la agenda pública el juicio de Missouri y Louisiana contra Joe Biden, su Secretario de Interior y su “zarina” para la Desinformación por haberse coludido con las Big-Tech para violar la Primera Enmienda.
Esa hiperbolización del Lawfare contra quienes protestaron la integridad de las elecciones 2020 y la contrastante invisibilización de la demanda contra la administración Biden por haber censurado la conversación pública sobre la integridad de esas elecciones, es la evidencia de la inequidad y falta de integridad que Gallup y Pew Center le adjudican a una institución cuya legitimidad social le ganó alguna vez el título de Cuarto Poder, hoy tornada en una de las dos entidades en quien menos confían los estadounidenses.
ERICK FAJARDO POZO
Master en Comunicación Política y Gobernanza por la GWU de EEUU
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21