IGNACIO VERA DE RADA
Hay una diferencia substancial entre Teoría Crítica y pensamiento crítico. Creo que ambos son saludables y estimulantes para el desarrollo de las ciencias, la política y la vida en general, pero hay que saber diferenciarlos bien para saber qué cosa es qué y aplicar e interpretar cada cosa adecuadamente.
La Teoría Crítica es una serie de instrumentos filosóficos y sociológicos —de tipo netamente teórico y conceptual— formados y sistematizados a través de los años y cuyo fin es interpelar las tradiciones y modos de vida propios de la modernidad. Son herramientas teóricas inamovibles que sirven para poner en tela de juicio, desde perspectivas académico-científicas y no políticas, las estructuras sociales que son fruto de la modernidad, el capitalismo y, en general, la cultura occidental. Son solamente algo así como el lente de un microscopio, es decir, el cristal por donde se ve el objeto analizado. Eso quiere decir que, aunque su fin es interpelar la modernidad occidental, no siempre terminan arrojando conclusiones negativas en cuanto a la factibilidad o la benevolencia de su objeto interpelado o cuestionado.
El pensamiento crítico, por otro lado, es la producción intelectual inquisitiva, cuestionadora e interpelante que se da en función de un proceso histórico o un fenómeno social concreto, y siempre está condicionado por un marco histórico delimitado. El pensamiento crítico, entonces, a diferencia de la Teoría Crítica, no es estático sino voluble y está condicionado por el tiempo histórico y, en concreto, por las relaciones de poder que imperan en el momento en el que se hace. Un ejemplo: en esta época de masismo, cuando hablar de lo nacional-popular, los derechos de las naciones indígenas y la defensa de los recursos naturales es parte del discurso político, las ideas de Sergio Almaraz, Silvia Rivera o René Zavaleta—intelectuales cuyas ideas son exactamente aquéllas del discurso político tradicional actual pero que en un momento fueron contestatarias al poder o al establishment— no son críticas en absoluto, sino lo más convencional y trillado que pudiera haber. En este tiempo en que está de moda hacer exaltación de lo nacional-popular boliviano, el pensamiento crítico actual sería el de aquéllos que ayer quizás representaban el pensamiento convencional de las élites gobernantes y las clases dirigentes: Alcides Arguedas, Gabriel René-Moreno, HCF Mansilla…
De todas maneras, el pensamiento crítico, el pensamiento disidente, siempre son buenos porque impelen al cuestionamiento del poder convencional, despiertan a la opinión pública y frenan los discursos políticos hegemónicos. Como vimos, sus características dependen siempre del tiempo histórico en que se produce; así, si dentro de algún tiempo resurgieran los gobiernos de tendencia antagónica a la del izquierdismo, los pensadores cuyas ideas están siendo hoy instrumentalizadas volverían a situarse como intelectuales críticos.
En Bolivia falta mucho llevar a cabo este ejercicio llamado pensar críticamente, no tanto en la academia —lugar donde sí se hace con relativa frecuencia, aunque con muy poca difusión— cuanto en las radioemisoras, los telenoticieros y las columnas de opinión de la prensa, normalmente llenas de convencionalismos cómodos y miopes y acusaciones sin mucho fundamento ni mucha capacidad argumentativa, y en los libros de tipo político y social que se escriben con poca racionalidad y al calor del momento político.
A raíz de los hechos de 2019, verbigracia, algunos intelectuales publicaron libros referidos a tales hechos. Las obras tales, por lo que vi, están escritas al calor del momento y la pasión política y defienden relatos políticos tanto de un bando como de otro para su ulterior instalación en la psique colectiva, y justamente por ello no llevan al lector a pensar la realidad sociopolítica de aquellos meses de manera calmada, razonada y lógica.
Los intelectuales que reflexionan y teorizan la sociedad y la historia deben cuidar que su pensamiento no sea instrumentalizado como bandera de lucha política, pues muchas veces sucede (como está ocurriendo aquí en Bolivia) que el pensamiento crítico es cooptado por el poder de turno para trocarlo mensaje partidista. Así ocurrió, por ejemplo, con Nietzsche, pensador crítico para la época que le tocó vivir y cuyas ideas, luego de muerto, fueron utilizadas políticamente para sostener el andamiaje espiritual del nacionalsocialismo alemán.
IGNACIO VERA DE RADA
Politólogo y docente universitario
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21