ANDRÉS GÓMEZ VELA
En 40 años, hemos visto que no sólo las armas pueden acabar con la democracia, también los votos manipulados por los responsables de contarlos (Tribunal Supremo Electoral-TSE), controlados por el partido-estado. No sólo un militar puede imponer una dictadura, también un civil que cree tener el derecho humano de ser reelegido indefinidamente. Este 10 de octubre, la democracia cumple 40 años, de los cuales casi 14 fueron de desmantelamiento institucional para imponer una dictadura de partido único, pero resistió.
¿Cómo fue posible que la élite que ingresó a Palacio con una amplia mayoría, en enero de 2006, haya decidido instalar una dictadura de partido único? Paradójicamente, usando las mismas herramientas que le da la democracia. Veamos.
Antes de la gestión del Movimiento al Socialismo (MAS), estaba en el imaginario popular que una dictadura sólo nace de las armas, en los cuarteles y que el dictador es un militar. Los bolivianos que resistieron las dictaduras de los militares Hugo Bánzer, Natush Busch y Luis García Meza en las calles, jamás imaginaron que sus hijos y nietos, 50 y 40 años después, iban a resistir a un civil, auto-identificado como indígena, decidido a instalar una dictadura de partido único.
Sí. Es probable que pienses que un presidente nacido de las urnas imposible que pretenda convertirse en dictador. Sucede y sucedió. Recuerda que un dictador a diferencia de un demócrata gobierna sin límites constitucionales. El proyecto de dictador nacido de las urnas no las rompe como un militar desde un principio y con torpeza, sino que aprovecha las virtudes de la democracia liberal para acceder al poder y desde adentro desmantela toda la institucionalidad para anular esos límites con un barniz legal.
Para este cometido, previamente se propone cambiar las creencias de la opinión pública. Con ese fin, acaba con uno de los baluartes de la democracia: fuentes de información libres del partido-estado y orientadas a formar ciudadanos libres e informados. A contracorriente, controla a los creadores de opinión pública: los medios de comunicación social; y controla a los mensajeros entre gobernantes y gobernados: los periodistas.
La dictadura militar entraba a las radios y canales de televisión metralla en mano. El proyecto de dictadura civil entra con fajos de dólares en mano. Si los propietarios no aceptan, usa los aparatos del Estado: impuestos, ministerio del trabajo, Autoridad de Transportes y Telecomunicaciones (ATT), fiscales y jueces. La dictadura militar controlaba y atemorizaba a los periodistas a bala. Mataba a unos y exiliaba a otros. El proyecto de dictadura civil los controla con premios y castigos usando dinero público en propaganda para beneficio del dictador. Los atemoriza con sus grupos de choque que no sólo ejercen violencia física, sino que despliegan una campaña de desprestigio brutal.
Controlado el 90% de los medios (Evo Morales, en entrevista con El Deber), comienza a cambiar las creencias de la opinión pública: La imagen del dictador aparece en las obras, la propaganda lo deifica (el sol se va a esconder, la luna va a huir), lo pone sobre el resto de los mortales, lo convierte en único, en insustituible. Finalmente, le otorga el derecho humano de ser reelegido indefinidamente. Todo aquel que contradice sufre cárcel, persecución o montaje de casos.
Cabalgando sobre la creencia de que la democracia del dictador es mejor que la burguesa y que la separación de poderes es obra del diablo (imperio), controla los poderes (judicial, electoral y, obvio, el poder militar) y convierte el Estado en policiaco.
Seguro del dominio total, el dictador civil consulta (referendo) al pueblo si lo quiere o no. Cuando la respuesta es NO (21F), a diferencia del dictador militar, no ametralla al pueblo, aunque ganas no le faltan, sino que usa a sus acólitos que puso en los poderes para anular la voluntad del pueblo e imponer su deseo como ley.
Así se explica que los miembros del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) hayan inventado el cuento en 2014 de que el paso de Bolivia de República a Estado Plurinacional (2014) daba al tirano el derecho de romper el límite constitucional de una sola reelección.
Del mismo modo se explica que los miembros del TCP hayan declarado inconstitucional a la propia Constitución y convertido al dictador en un ser especial con el derecho humano a ser reelegido indefinidamente. De la misma manera se entiende que los miembros del TSE hayan ratificado el derecho especial de un Presidente a ser dictador.
En 40 años, hemos visto que no solo un militar puede ser un dictador, también un indígena. Pero también hemos visto que un tirano civil termina igual que un militar: echado a patadas del poder por el pueblo que no acepta que ningún gobernante esté por encima del pueblo. Nunca más un dictador de ningún tipo.
ANDRÉS GÓMEZ VELA
Periodista y Abogado
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21