SAYURI LOZA

Circulan videos y fotografías de la alcaldesa de El Alto, Eva Copa, vestida de chola y regalándole una Biblia al Papa, su equipo está contento, pues afirman que la fotografía de ella dándole la Biblia al líder religioso es la segunda en portada; “buen trabajo” deben decir.

El gobernador de La Paz, Santos Quispe, se ha visto envuelto en un escándalo de faldas, donde le sacaron los trapitos al sol hasta de su relación con la familia de quien lo demandó; mala cosa, pero es peor que cuando el caso fue discutido en un medio de comunicación masivo, los administradores de las redes del mismo notaron que quienes apoyaban al “hermano gobernador” de manera insistente eran funcionarios de la Gobernación. Muy mal, se han hecho pescar.

Hace días, en la Asamblea Legislativa tuvo lugar la interpelación al ministro de Gobierno, donde asambleístas de la oposición sacaron pancartas y diputadas del oficialismo se enojaron, las agredieron y hubo sacadas de cresta, patadas, puñetes, jalones de cabellos que, sin duda, fueron particularmente violentas, pues al día siguiente la diputada Tania Paniagua declaró que no podía “ni mover su cerebro”.

Así transcurren las gestiones de nuestras autoridades que hacen pocas obras, pero dan mucho de qué hablar por sus declaraciones, viajes y otros. No sería nada malo si Eva Copa fuera una heredera tipo Paris Hilton, que con plata de sus padres se va de tour por el mundo, pero es muy malo porque la alcaldesa de El Alto no fue electa para pasear y regalar Biblias (pensé que eso sólo lo hacían individuos como Camacho o Añez), sino para encargarse de la segunda ciudad más grande del país.

No, tampoco voy a salvar al alcalde paceño que estos días debe de estar más preocupado de sacar pasos para el Gran Poder, que de hacer una buena gestión en una ciudad que se ahoga en su precariedad. La última obra que he visto ha sido la estatua de un pepino que han puesto en una plazuela en el Cementerio, que por cierto había sido construida el año pasado, destrozada y vuelta a hacer, gastando plata sin sentido.

Ah sí, tampoco me olvido de la concejala Iris Flores, que sale en horarios de trabajo para salir de compras, según ella “porque es cumpleaños de su mamita” y como dijo tener una “reunión muy importante” por la tarde, decidió salir sin pedir permiso a nadie y se llevó como yanacona a un funcionario edil que le ayudaba a cargar las bolsas de las tiendas que visitaba.

Y es que ése es el problema de elegir figuretis como gobernantes, son gente histriónica que busca hacer crecer su imagen y su ego antes que sentir la responsabilidad de cumplir con las necesidades de las regiones que gobiernan. Las autoridades que hemos elegido para esta gestión son el “peor es nada”, que resulta de la decadencia política, donde la gente apta y capaz no quiere entrar porque significa ensuciarse y contagiarse de un hedor que no se quita ni restregándose con piedra pómez.

No faltará quien diga que me indigno porque siento envidia de nuestras autoridades perezosas, pues no, yo puedo viajar tanto como Eva y puedo bailar tanto como Arias, salir a las once de compras como Iris, jugar en redes como el Santos y hasta ch’askearme con alguien si así lo deseo, pero lo hago con mi plata y con mi tiempo, que no costean los impuestos de los bolivianos.

Uno de los elementos de la colonización que más fuertemente arrastramos en Bolivia es considerar a las autoridades como individuos que están por encima del común, no son funcionarios, son miembros de la corte, reyes y virreyes que imponen su querer, pero es bueno recordar, que incluso en regímenes como aquellos, ocurren cosas como lo que cuenta Lope de Vega en su comedia “Fuenteovejuna”, donde ante los atropellos que cometía el alcalde de la villa de dicho nombre, los habitantes lo ultimaron; se hicieron pesquisas para saber quién había sido el autor, pero en pueblo entero, cuando se le preguntaba quién era el responsable, respondía al unísono “Fuenteovejuna, señor”.

No llamo a la población a ultimar a ninguna de nuestras autoridades, al final de cuentas, son víctimas también del sistema decadente en el que vivimos, pero les recuerdo que nadie puede poner fin a los abusos si no es el pueblo mismo. ¿Lo haremos?

SAYURI LOZA

Historiadora, Diseñadora de modas, políglota, artesana. 

*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21