¡100 días carajo!, exclama Samuel Doria Medina, señalando que: “la gente ya no soporta más la falta de dólares, la falta de combustibles, el incremento de precios, pero sobre todo a la mafia del MAS”.

Respondiendo, Branko Marinkovic, ahora aliado de Tuto (luego de tildarlo de masista), cuestionó la propuesta calificando estas promesas como engañosas y carentes de visión frente a la compleja crisis que enfrenta Bolivia. “En 100 días no se arregla un sistema decadente”, señaló el empresario.

Entonces quise repasar lo que se puede hacer o no en tiempos tan cortos (medidas de shock), les daré dos ejemplos, uno bueno y otro malo.

En 1985, Víctor Paz se posesiona como Presidente y su larga experiencia como economista –junto a un equipo destacado– aprobó el famoso 21060 en 23 días y creó la Nueva Política Económica (NPE), que detuvo la hiperinflación y resolvió la escasez de productos de primera necesidad casi de inmediato.

Con acciones rápidas, fue muy hábil para lograr acuerdos políticos internos necesarios y abrirse al mundo, redujo de manera muy significativa el tamaño del gobierno central y las empresas públicas. Inició una política monetaria apretada, reduciendo el endeudamiento. Lo hizo además, en un contexto en el que había acabado el auge minero, como ahora del gas. Rápidamente el país era otro.

Pero como dice Marinkovic, un sistema decadente no se cambia en 100 días, por eso la NPE tuvo una segunda parte, luego de las medidas inmediatas, se fortaleció la iniciativa privada, se trabajó en la reforma tributaria, la arancelaria, la reforma de las empresas públicas, del sector financiero nacional, cambiando completamente el modelo de capitalismo de Estado que prevalecía desde 1952. Luego vinieron los arreglos con el FMI, y los acuerdos de recompra de la deuda externa.

La otra cara de la moneda fue la de 1982, unos años antes y la promesa de los 100 días de Hernán Siles Suazo, que recibió un país gobernado por regímenes militares, con un deterioro de la economía ya bastante significativo y con indicadores muy parecidos a los actuales.

La raíz de los problemas macroeconómicos e inflación, derivaban de la mala administración de la bonanza de los setenta, principalmente por el gobierno de Banzer – cuando existió un auge de exportación de recursos naturales, crecimientos del PIB muy parecidos a los de la bonanza masista, creación de empresas públicas y endeudamiento externo – (muchas casualidades, ¿no?).

¡100 días¡, prometió Siles Suazo, que gobernó con una coalición de partidos de izquierda y sindicatos obreros. Era un gobierno populista con medidas sin convicción, que revelaban que Siles no tenía una idea completa de la magnitud de la crisis ni de la profundidad de los ajustes que se requerían. La crisis derivó en que Bolivia sufra la séptima inflación más alta del mundo en la historia.

Siles Zuazo tampoco tuvo la capacidad ni el interés de realizar pactos con el centro y la derecha, lo que hubiera sido diferente para no llegar a una crisis que se agravó con la escasez de alimentos e indicadores que mostraban Reservas Internacionales negativas.

Como una rueda que gira por ciclos, la izquierda es nuevamente la causante de una crisis estructural, ya no son los militares; Arce, está pagando los platos rotos que él rompió junto a Evo.

¡100 días carajo!, dice Doria Medina, poniendo la vara alta a los demás candidatos, que hasta ahora veo prefieren no opinar sobre este tiempo. Algunos sí señalan que las medidas ortodoxas liberales aplicadas en 1985, “diferentes pero iguales” al final, son las que nos sacarán del hueco, pero no son tan osados para darse un tiempo.

Los masistas, que ahora son de varias tonalidades de azul (evistas, arcistas, andrónicos y demás variedades), que nos metieron a este desastre, están más preocupados en retener el poder, las empresas como agencias de empleo y la corrupción, hasta que el país no de más y que el último apague la luz.

Lo cierto es que el primer ejemplo muestra que se puede detener esta crisis en 100 días, claro que ese corto tiempo otorga un reto difícil para armar equipos bien preparados, amigarnos con el mundo nuevamente; dejar de lado el derroche y el uso del Banco Central como una sucursal del Ministerio de Economía, así como el dinero de los jubilados, poder sacar dólares de las cuentas, traer combustibles y detener la inflación.

Luego y también con inmediatez, podrá pensarse en las soluciones que deben atraer inversión directa, apoyar el emprendimiento y el turismo, por ejemplo, no dependiendo sólo del extractivismo, además de apostar por autonomías reales, cambiando el modelo masista acabado.

Pero está en nuestras manos que esta crisis se resuelva en 100 días. El voto de la gente debe ser racional y no pasional, dirigido a un candidato que sepa de economía, pero que no sólo tenga fijada en su cabeza en el estado, si no, a dar oportunidades a la gente, no debemos volver al pasado reciente y menos dividir el voto del cambio.

100 días suena difícil, pero antes alguien que supo cómo hacerlo, lo hizo; no pongamos a cargo del país a charlatanes y oportunistas. Si no, otra vez, como cuando era niño, tendré que salir temprano a la tienda, por una ficha por 10 panes.

  • JULIO LINARES
  • ECONOMISTA INVESTIGADOR SOCIAL
  • *NDE: LOS TEXTOS REPRODUCIDOS EN ESTE ESPACIO DE OPINIÓN SON DE ABSOLUTA RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO COMPROMETEN LA LÍNEA EDITORIAL LIBERAL Y CONSERVADORA DE VISOR21